jueves, 2 de agosto de 2018

El oro de La Duarte


Durante casi un siglo estuvieron sin tocar los tres baúles en la cámara secreta del palacio de la calle Conde de Wren. Los tres baúles llegaron a la casona un trece de septiembre de 1780, un domingo soleado, día de San Juan Crisóstomo. Los baúles entraron en la casona al tiempo que Dolores entraba del brazo de su padre, el Marqués de la Cascajera, en la catedral. Cargados sobre varales, seis hombres por cada baúl, los subieron a la primera planta, por las descansadas escaleras. Y los depositaron en la estrecha estancia de paredes maestras, estancia que se repetía en tres de las cuatro plantas del palacio de los Iruña. Las cámaras secretas, eran angostas estancias de cubierta plana como casi todas las estancias de la casa, de cubierta plana de losas pétreas, no como las demás estancias que eran amplias salas y salones de rectas y vigas de castaño. Los baúles del oro de La Duarte, se depositaron pegados a la pared derecha, aparcados unos al lado de los otros, enfrentados a la pared de los estantes donde se apilaban las escrituras, los legajos y los cofres de las alhajas que no eran de diario; se depositaron debajo de los estantes de las cuberterías de plata y oro, las de las vísperas y de los de festivos.
A la cámara secreta de la planta noble, se accedía a través del despacho de Don Heriberto, del padre de Marcial, el que se desposó con Doña Dolores Duarte Estella de San Fernando, ese 13 de septiembre de 1780, en la catedral de San Pablo de Veragua.
Cuando murió Doña Dolores, en la Semana Santa de 1878, con la friolera de 114 años, la posición social y económica de los Iruña estaba intacta, fue a partir de ese momento cuando de modo lento e inexorable se fueron perdiendo, gastando o mal invirtiendo los bienes que en siglos se habían conseguido acumular.

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