lunes, 31 de enero de 2022

La última misa


Aun recuerdo el brioso corcel 
que cabalgaba en tu pecho.

Nos diluimos en los párrafos 
que nunca nos atrevimos a narrar.

Nos hacemos invisibles
cuando nos acartona el tiempo.

Nos volvemos huraños 
tras los trágicos zarpazos.

Es el sino de un corazón 
que bombea arena, 
arena que se escapa 
de entre las manos.

Manos resecos sarmientos, 
que ayer fueron parra fecunda.

Nos hacemos pobres 
y nos volvemos invisibles.

El labriego mercar nos borra 
porque ya no construimos proezas.

Pobres olvidados, 
viejos arrinconados, 
que esperan la última misa 
con la que los despedirán.

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