Vuestro vulgar dolor me reconforta.
Lo veré en la distancia, alejado del tufo y vuestra barulla.
Lejos de vuestras zarpas.
Al calor del sol del membrillo y de la bella granada.
Sol de hojas secas, de renglones torcidos que el reposo endereza.
Se necesita poco para matar, se necesita poco para vivir, se necesita mucho para a vuestra virulencia sobrevivir.