miércoles, 16 de abril de 2014

Dolor en las estériles entrañas

Camino antiguo.
Oficio de tinieblas.
Derrotero de los charcos.
Dolor en las entrañas.
Forzadas a un placer extenuante.
Placer de estéril dolor.
Te conquistare en el rubor.
En los colores violentos.
En las irreales y arqueadas cejas.
Te complaceré en la sombra .
Por un misero salario.
Por el efímero vil metal.
En la puerta de atrás os espero.
Cuando las ansias os vuelvan la entrepierna a quemar.

La balanza de desatinos

Que el destino arrastre a vuestras puertas los nefandos delitos que a diario cometéis.
Ese es el único anhelo del justo, el único sueño que tiene el no incendiario.
La única justicia que espera el que con abnegación y escarnio recibe sinsabores de la balanza de desatinos.
Salé el sol para el injusto igual de radiante que para el justo.
Le da el mismo calor, el mismo confort, la misma luz.
Que lejos cifra la compensación el benevolente.
Que paciencia tan grande tiene el rico en piedades.
Que desesperante es el camino de la bondad.

martes, 15 de abril de 2014

Luna de sangre


Luna de sangre, que corriendo en la noche, ha lavado el delito.
Luna, testigo de sombras, de manos siniestras.
Del peor de los odios, el destructor de belleza.
Como leña venderán, la perfecta talla.
Como leña, el bello y tiroteado rostro, arderá en la hoguera.
Con mucho trabajo, las manos sacaron del leño belleza.
En un abrir y cerrar de ojos, Eróstrato, lo convirtió con saña, en leña.
Se calentará con oro, el ignorante, en la pira de los infames.
Luna roja, tú sabes quien, azuzando se mancho de sangre, las blancas puñetas.

A las claras

Con las claras del alba se levanta mi sinceridad.
Solo me permito fantasía en mi alcoba en obscuridad.
Soy un soldado de campo abierto.
Jamas me embosco, ni hago guerrillas.
Sé que al mentiroso pronto se pilla.
Voy a las claras blandiendo mi refulgente espada.
Voy a pecho descubierto seguro de mi valentía. 
Voy sin coraza seguro de mi valía.

El orden

¿Qué puedo desordenar? 
Si ya lo he desordenado todo.
Todo fuera de sitio.
Todo desquiciado.
Todo al borde de su propio abismo.
Nada encuentro.
Nada busco.
Todo aflora en el azar.
Sorprendiendo.
Siendo sorprendido.
Mi orden no es de este mundo.
Mi mundo no necesita orden.

No tiene piedad el viento

Como entiendo a los perdidos.
A los que vagan por el campo a solas.
A los que hablan con los pájaros.
A los que solo sonríen al cielo.
No tiene piedad el viento que azota con fuerza al desnudo.
Nadie tiene piedad del que busca el silencio.
Nadie tiene piedad de los gorriones heridos.

lunes, 14 de abril de 2014

Creo en ti

La humanidad no aprende en una vida y solo vivimos una.
Pero siempre el tesón consigue pequeños cambios.
Creo en dar la vida, creo en honrar a quien la da.
Creo en los buenos que palían el daño que hacen los malos.
Que el dolor con caricias se cura.
Creo que la generosidad no da a basto arreglando tanto latrocinio.
Creo que entre nosotros hay ángeles que quieren al mundo por encima de lo que valen sus vidas.
Creo en ti que al leer mis palabras te quieres hacer activista.

Pupa voraz

Las guerras no se inician en una fecha.
Las guerras se van incubando.
Crecen e infectan hasta que un día eclosionan.
Virulentas, incendiarias, atroces.
Nacen en el momento en el que una parte a otra somete.
Someter y amordazar en la crecida ola que es la euforia.
El gran incendio siempre tiene su origen en una pavesa.
No es lo que pudo haber sido y no fue, es lo que fue.
Una etapa atroz, una gestación que alimento al monstruo con la sangre del hermano.
Una cainita etapa larvaria, pupa voraz que llago al igual.
Una guerra no es una fecha, una guerra es la barbarie, el totalitarismo y la imposición.
En una contienda combaten bandos, el sometido y el sometedor.
Que a veces no coinciden con el vencido y el vencedor.

Las cegadas ventanas

Se doblega el animo como tallo de azotada rosa.
Azotada por ventiscas de primavera.
Azotada por hirientes granizos.
La adversidad doblega belleza.
En los caminos adversos se pierden los ángeles.
Se pierden sin socorro en las cegadas ventanas.
En las calles del ventarrón de los chismes.

Veneno en taza de plata

Como hiede el engaño.
Como apesta la puñalada trapera.
La traición bañada de besos.
El almibarado veneno en taza de plata.
Huele a muerto.
Huele a entierro.
Huele a la tierra abierta.
A la tierra de nuestra recién cavada tumba.

La estela de los enemigos

Son los enemigos la estela de un cometa llamado talento.
No se debe despuntar en el aprisco de iguales.
Solo el miserable no es criticado por nadie.
Soy un mendigo que habita en las estrellas.
Soy un hambriento de caricias, de frases de animo.
Es el enemigo hijo de los celos y la envidia.
Hijo caprichoso que destroza por placer rosaledas.
Que pisotea los colores y las palabras que llueven del cielo.
Si yo fuera necio, que acompañado estaría.
Si yo fuera igual, que de iguales sentiría.

La lozanía de la corona de laurel

Reflejos de disipada lozanía.
Se entrega la rosa de la frescura con la ignorancia del principiante.
Con la candidez de quien no ha caminado.
Con la ceguera del que no sabe nada de toxicidades.
Se esfuma el frescor en el cuerpo primero.
Aromas que se funden y enturbian los colores del alba.
Los colores del iniciado día.
Se ajan los delicados pétalos.
Solo se es pagina en blanco una vez.
Solo se está bruñido un instante.
Dura un segundo la estancia en la cima.
Vive solo unas horas la lozanía de la corona de laurel.

Tierra quemada

Tierra quemada dejaré a mis espaldas.
Para impedirme volver.
Cerraré mi retorno con atroces delitos.
Me cerraré al amor.
Y abriré el odio.
Abriré la puerta al insulto.
A la palabra soez.
A la huida perenne.
Al elegido desamparo.
Al horizonte de cenizas.
A los pies cargados de barro.
A los sueños rotos.
A las esperanzas heridas.
A las alambradas de espino.
No volveré y lo sé, porque mi corazón ya se ha ido.

Valles de senectud

Se cierran los ciclos sin pedirnos ningún permiso.
Se cierran con el clarificador balance de lo estanco e inamovible.
Con el ansia de vació en las nuevas estancias.
Con el torturador despertar entre sabanas de espuma de mar.
Sobre un lecho de erizos y el frió oleaje de enorme océano.
Todo se cierra, capturando en la capsula del olvido inocencia.
Abriendo valles de senectud.
Cañones de áspera piel e hirsutas canas.

Montes de cenizas

Que sabor tan amargo tienen los disgustos.
Lagrimas no lloradas que empantanan el alma débil.
Letanía para conjurar fuerzas.
Quien tuviera la valentía de vivir siempre de noche.
Lejos de la vergüenza ajena.
Lejos de las trampas del amor.
De las trampas de la sangre.
Fuera de la nave de las duelos.
Alejado de los santos de color rosa chicle.
A obscuras donde no me ve y no me manosea la vejez recelosa.
Lejos de los bosques de lanzas.
Lejos de la notoriedad y las primeras filas.
Fuera de mi para no reconocerme ni en los espejos.
En el desmantelado coro de baldosas de barro que tiemblan.
Allí recé por última vez al Dios iracundo.
En el abigarrado ornato de los estípites y las columnas helicoidales.
Recé para perderme y no volverme a encontrar.
Para diluirme en los tronchados copetes.
En las montañas de cenizas.
Cementerio de los árboles pasto del fuego.