Por qué nos embarga tanto el dolor y nos embriaga tan poco la dicha. Hay estados que nos llevan al precipicio y nos dejan varados en él. Mantener la salud es un diario, enfermar es cuestión de segundos.
El que en la mano tiene una piedra cree tener en ella el mundo. Y el que tiene el mundo en sus manos, cree tener los zapatos llenos de piedras. Caminar ligero, caminar cargado. Que osado es el ignorante que sin armas se cree armado. Que inseguridad genera estar armado, que crees que todo el mundo confabula para quitarte las armas. No siempre David derrota a Goliat. La última mata, pero la última no fue la primera. Al insignificante no se le tiran piedras.
Las arteras artes con las que con el dinero de todos solo pesca una parte. Fondos para los amigos o colocando la obra de los amigos con cargo a los fondos comunes. Como no buscarse la vida en lo alternativo si nos tienen cerrada toda alternativa. Sorprende lo fácil que aflora el caudal para colocar conocidos, para dar parte del todo al gracioso y bien avenido. Sin enjuagues y sin cautela, pero con mucha trampa se reparte mucha tela. Algunos con las armas del sátrapa estado de provincias, donde el brillo del cristal pasa por diamante, ganan la guerra, la guerra por la que se pasa a la historia, cerrando la puerta al que no se vende, al que al poder no lame las botas, no lame las alpargatas del ignorante y cateto que arriba a gestionar una hacienda, que ni le duele, ni es suya y despilfarra en fanfarrias de calidad deplorable, en ferias de vanidades y estelas de gloria para mediocres arrimados a los que la grasa se arrima, arrimada por el refrendado gestor de todos que gestiona nocivamente para una sola parte.
Son trágicos los viajes sin noticias. Los viajes buscando la fatídica información. Los viajes con las esperanzas rotas. Con la fe quebrantada. Buscando el dolor. Remontando el río de sangre. Es el futuro un campo minado. Es una fortuita colisión. Es la sorpresa del drama. Cometas que en el cielo limpio buscan la caída última. El postrimero destello que precede el apagón.
Trazado de infalibilidad. Retícula para los pobres diablos malditos. Es viejo leer y comprender. Ahora ni se lee, ni se comprende. Portezuelas traseras para los que se enroscan en las alcobas. Esos son los monstruos, los del oficio antiguo. Los del corazón apergaminado. Mundo acuático donde todo es roce e inmersión. Mundo de piedra donde todo es duro. Reino donde si estás vestido de ética no puedes nadar.
Está el engaño en el enfoque, en el angulo cerrado que discrimina vació. Discrimina ausencia, que denota escasa concurrencia. Mentiras televisadas que podan ramas inconvenientes. Es el sectarismo de la información. Es el sectarismo y su teledirigido mundo de noticias. Periodistas a los que se les ve el plumero, las plumas de grajo vendido. Si no te doy presencia eres un gran ausente. Televisiones de sátrapas. Sátrapa que venden imagen televisando sus mediocres algarabías.
Luces que no embaucan. Que por la satinada piel se deslizan desvelando beldad. Es tan importante la orientación. Tan importante para la verdad. Que solo mirando de frente a la luz. Se desvela pura la pulcra suavidad. Luces para no deslumbrar. Luces para con claridad mostrar.
Cuando coinciden las lluvias y llueve dentro y fuera. Y te sientes tan empapado que pensar sin tristeza cuesta. Hay tantos días en los que mi andamiaje sonríe. Y yo en la soledad en compañía me siento así. Demasiados y prefiero no contarlos porque su porcentaje asusta. Hecho el cierre a otro día, porque mientras duermo no suelo llorar.
Como se sufre en el celo. Como se pena estando encelado. En ese ansia de sentir constante. El placer que dura solo un instante. Segundos de gloria que borran horas de agonía.