El viento, hipócrita plañidera,
mece el dolor de las nubes,
mece y altera el tino,
de la lágrima que rueda desacertada.
Confunde al verdadero doliente,
perdido entre el ingente borbotón de los fingidos,
raudal efímero,
que mañana reirá,
al ritmo de la más vulgar de las chanzas.