jueves, 2 de julio de 2020

Marita y el fuego


Cuando entraba en casa, y cerraba tras de sí la puerta, todo era bochorno, todo era calor. Con él, entraba el infierno. Mamá, no soportaba su olor a vinazo, no soportaba aquellos pelos rubios en su chaqueta, aquel olor a tabaco y a zorra, macerado en alcohol.
Marita, cuando se desataba la tormenta, se quedaba inmóvil, paralizada, petrificada como una roca que acaba de expulsar un volcán, le ardían las sienes, le escocían los ojos y comenzaba a sudar, a llorar, y terminaba por mearse encima, mojándose las bragas, los zapatos y formando un charco en torno a ella, en aquel suelo geométrico de baldosas victorianas. Allí permanecía inmóvil, hasta que la sacaba de su ensimismamiento, la brutalidad de su madre, que con la palma abierta y con saña, descargaba la frustración con su padre, en su fragilidad de niña herida, por aquella tragedia que el destino le había impuesto, soportar la relación infernal de sus progenitores. Marita, no retornaba de modo rápido de aquel estado y tras la primera solía llegar una segunda bofetada y a veces una tercera, hasta que la niña prendía a correr pasillo adelante, hasta encerrarse en el baño. Allí, Marita, se arrancaba la ropa y desabrochando las hebillas se quitaba los zapatos, y ya desnuda, se metía en la ducha, para que el agua helada, sofocara aquel calor.

Nieve


Enquistado por las nieves perpetuas de mi ensimismamiento.
Son mis lacerados ojos lo que perciben este dañino invierno.
Cegador es tanto blanco níveo, tanta llanura domada y suavizada, en su abrupto dolor, por el gélido aliento de la tragedia.
Nunca creí en ti, en tu artificial y álgida sonrisa de necedad.
No duran las proezas si las escribes en la nieve.
No hay floración en las blancas cumbres del olvido.
Imposible referenciar, la pureza, en este desierto de frialdad.
Gélido, álgido, níveo, me interesa que sigais existiendo, pero no sé como os voy a legar.

miércoles, 1 de julio de 2020

Nos ametralla el tiempo


Nos ametralla, el tiempo, volando.
Gorriones heridos.
Infantes que ya jamás alzarán el vuelo.
Enzarzados, en las manos laboriosas que tejen desdichas.
Elevados ideales de las altas tapias.
No quiero ser como él.
Nunca seremos iguales.
Ni siquiera seremos pájaros libres.
Vivir, en este mercado, amputa las alas. 
Y los cándidos ruiseñores, lo saben.

martes, 30 de junio de 2020

Yesca


Morir quisiera,
a manos de tu enemigo,
Y borrar la estela,
de todo lo que te he querido.
Ebrio de decepción.
Sobrio de alcohol.
Decide por mí, el viento.
Ese, que azota las altas ramas.
Ese, que doblega con su furia, altaneros.
Reo del verde.
Reo de la ciénaga.
Reo de la chispa maldita,
que ha incendiado, mi yesca.

Tengo un cedro


¿Quién soy yo?
Para tenerte preso.
Si en mi hacienda no hay torres,
para otear el llano.
Todo lo que tengo,
cabe en un puñado.
Todo lo que valgo,
lo encierra mi pecho.
Todo lo que soy,
es del viento.
En la ladera norte,
tengo un cedro.
En la rivera llana,
planté un almendro.
No estoy llorando,
es sólo el viento.
Ese imponderable,
que mece tormentas
y en mis tristes ojos,
aviva tormentos.

Hasta que el corazón se para


Lo vivido siempre pesa, 
pero a pesar del peso 
y la tendencia a referenciar, 
continuamos presos y vivos, 
y aunque de distinto modo, 
uno tiene que vivir y sentir, 
y no dejarse atenazar por la ñoñez y el ridiculo, 
porque estas son percecciones más externas, que internas. 
Vivir y amar es una abrupta cima, 
con sus dos vertientes, 
la de solana y la de umbría, 
ambas son cara y cruz de una misma cúspide, 
y vivir es soportarlas ambas. 
Tus preciosas palabras, 
retratan añoranza, 
un imposible retorno, 
y unos sentimientos, 
que por primigenios, 
son imposibles de transportar al hoy curtido de nuestro presente,
nada vuelve y todo lo atesorado martiriza. 
Pero eso no quiere decir, 
que en el presente, 
no esté esperándonos con los brazos abiertos, 
un nuevo amor crucial. 
Las rutinas nos salvan,  
pero tambien nos esclavizan y atan,
a una comodidad de paz, 
de meando dormido,
pero esa calma, 
también embalsan en el pantano del comedimiento, 
nuestra otoñal primavera, 
esa primavera que despierta cuando nos sentimos pánfilos 
y esquivando la convención y el corset de lo impuesto, 
no nos importa mostrar 
que la floración resquebraja 
la plástica frialdad sintética de nuestra autonegación. 
No se consigue la plaza que no se asedia, 
no se gana la batalla que no se da, 
no hay erupción 
si uno se niega ser volcan. 
Todo en su tiempo, 
todo con su furia, 
todo en su contexto
 y sin obsesionarse en referenciar. 
Si el alma se queda ciega, 
el alma aprende a leer a través del tacto, 
el alma, corazón mío, 
no se esfuma 
hasta que el corazón, se para.

lunes, 29 de junio de 2020

Cataclismo


Sólo si derribo la vieja torre, la puedo reemplazar por una nueva.
Bellos alfiles, que a mis órdenes, reducirán a cenizas el viejo alcázar.
Bellos peones, que para complacer mis deseos, el fuego no apagarán.
Sólo, si un cataclismo me libera de esta cárcel, podré ser libre.
Tiemblo presintiendo el terremoto, tiemblo y ansío, que sus ocho grados asolen la tibieza.
Seísmos que abrirán mil vanos, en el pétreo muro de mi añosa soledad.
Cárcel de oro, cárcel en la que no siento ningún placer, luciendo los trofeos de mis alhajas.

sábado, 27 de junio de 2020

Escarcha O'Hara


Escarcha O'Hara, era el pretencioso nombre que se había puesto Eufemia, todas las putas deliran, pero Eufemia en sus delirios, iba un paso más allá.

miércoles, 24 de junio de 2020

Nadie me mira como tú


Nadie me mira como tú, le dijo Israel a Bernardo, mientras él, le miraba de idéntico modo.
La reciprocidad existe y aquellos dos tiernos adolescentes, que se iniciaban en las lides del amar, eran la viva prueba del embeleso del cándido y puro amor.
Ebrios de caricias, ciegos de pasión.

domingo, 21 de junio de 2020

La soberana belleza


Cuando tu soberana belleza, brilla, yo dejo de hacerlo.
Que labriega es la palabra surco, y qué hondo siento, que se clava en mí, el arado.
Es tiempo de legar corona, es tiempo de ceñirse espinas.
En el paredón de las desdichas, ha muerto el Rey.
Principes de la vanagloria, se han disputado su cetro y su corcel.

domingo, 14 de junio de 2020

Rebañadera


Si la mona se desviste de la seda, más mona se queda.
Hay proezas efímeras, como efímera es la crisálida, de la que no sale una mariposa.
Porcelanas rotas, que no arranca del lecho de fango, ni la rebañadera.

Callejuelas malolientes


Callejuelas malolientes, desde las que la canallería jalea alterada, que lo derriben todo.
La turba incompetente, tabernaria, de amigachos, sólo codicia el botín, sin ninguna alta idea.
Un Himalaya de mentiras, así es la peste, que asola nuestros días.
Marionetas sin hilos, pero manejadas con los cables de acero con los que ata y somete, la envidia.
En esta farsa de deshonestidad, la chusma cree, y los prebostes la cocinan.
Hasta la más pequeña marejada, tiene su epicentro, y ese, siempre está en el ansia de poder.


viernes, 12 de junio de 2020

Pensamiento tragico


Estoy a merced del oleaje de mi pensamiento trágico, en mis noches negras e insomnes.
Pleamar que lame mi abrupta costa y deja varados en ella a mil terribles monstruos.
Analizo y me atormento con mis pocas decisiones, porque soy muy de dejarme mecer por las manos próximas.
Nadie me salva en la noche eterna, nadie decide por mi y me quita el tormento de decidir.

Primero arar


No es la caridad una destreza, con demasiada frecuencia es la puerta del fracaso.
Encharcarse con las tormentas ajenas, nos llena de plomo las alas.
Difícil volar anegado de infortunio ajeno y muchas veces infortunio merecido.
Ayudar es un gesto bello, que amputa brío.
La caridad, abre con demasiada frecuencia la puerta a la peste.
Es fácil, muy fácil, que la alimaña muerda la mano de la caridad.
El mundo, nos repite que se recoge lo que se siembra, y eso no es cierto, porque si siembras, tienes tu propia cosecha y no necesitas caridad.
Otra cosa es, cuando puntualmente tus empresas se tuercen y sin pedir, porque no es lo tuyo, no desdeñas la caridad.
La caridad, nos deberían enseñar a administrarla, a condurar ese ímpetu por ayudar.
No se debe salvar a quien no lo merece y se debe forzar a resarcir y agradecer a quien uno se entrega. Porque ser cigarra es fácil y es la hormiga la que laboriosa atesora sudor, que está ciega etica nuestra le obliga a compartir, con el sinsentido que entraña dar trigo, sin enseñar primero a arar.

El crucifijo


No era su valor material, era su desgaste y la carga espiritual que aquel crucifijo contenía, lo apretó en su palma, y sintió la corriente, la energía proyectada en él. Sintió el calor de un hogar leones, el calor de las llamas de paja, del murmullo de las letanías. Sintió el gélido y último suspiro. Sintió como lo metieron en un cajón y allí estuvo olvidado treinta años, hasta que al desmantelar la casa, alguien se lo guardó en un bolsillo.
Materialmente no valía nada, pero cuando por casualidad, alguien que lo guardaba desde entonces en un bolsillo, se lo entregó en la barra de un bar, y paso a su palma, sintió que los objetos vibran y hablan.