domingo, 5 de julio de 2020
Nunca
Nunca fue mi máxima perder.
Nunca sin pelear abandone ninguna plaza.
Nunca me he rendido.
Jamás he dejado que me venza la desesperación.
El Paraclito, jamás abandona al cordero que sitian las zarzas.
viernes, 3 de julio de 2020
Nica Salces
Todos edulcoramos el infierno de nuestro pasado, la hediondez de los días que nos vieron nacer, la falta de recursos de nuestra casa, la estrechez de miras de nuestros progenitores, su cortedad mental, su vulgar vicio por lo vulgar, sus nulas aspiraciones por salir del pozo de infecta amoralidad donde nos concibieron, donde nos gestaron, en el que nos arrearon las primeras ostias, los primeros e indelebles correazos.
No lo contamos todo, no contamos casi nada, casi todo lo anegamos en el extraño almíbar de la insana pulsión de idealizar a la ralea de la que procedes, y exculpar y borrar sus atroces delitos, el atroz delito de que no te legaron nada, salvo una invisible roña que no se esfuma ni con los más caros perfumes. Y si le dejaron algo a Nica, era el empeño obsesivo por borrar el rastro del cordón umbilical, que la unía y ataba a su zarrapastrosa casa.
Habían pasado muchos años desde que se floreo por última vez en el pueblo Nicasia. Nica, como se hacía llamar ahora, como la llamaba la prensa, como aparecía en el Hola. Nica Salces, había corrido un tupido velo sobre sus orígenes, había elidido todo sobre sus primeros e imborrables días en Cabesto. Había sepultado el infierno que fue nacer sarasa, en su pueblo y en su casta.
Quién garabateo en tu vida antes que yo
Pierdo la noción del tiempo, leyendo los desatinos de tu piel.
Leyendo el infierno de tus malos días, tus entradas y salidas de presidio.
Garabatos malditos que retratan tu furia de corcel.
Enigmas, que esconden el tormento, de tus carceleras noches.
Juego a leer y acariciar esas cicatrices violáceas, esas tintas terribles, esos galones, que jalonan tu piel.
Versos en la media noche, pájaros heridos, leones rampantes, flamígeros corazones.
Me atormento pensando.
¿Quién garabateó en tu vida antes que yo?
jueves, 2 de julio de 2020
Marita y el fuego
Cuando entraba en casa, y cerraba tras de sí la puerta, todo era bochorno, todo era calor. Con él, entraba el infierno. Mamá, no soportaba su olor a vinazo, no soportaba aquellos pelos rubios en su chaqueta, aquel olor a tabaco y a zorra, macerado en alcohol.
Marita, cuando se desataba la tormenta, se quedaba inmóvil, paralizada, petrificada como una roca que acaba de expulsar un volcán, le ardían las sienes, le escocían los ojos y comenzaba a sudar, a llorar, y terminaba por mearse encima, mojándose las bragas, los zapatos y formando un charco en torno a ella, en aquel suelo geométrico de baldosas victorianas. Allí permanecía inmóvil, hasta que la sacaba de su ensimismamiento, la brutalidad de su madre, que con la palma abierta y con saña, descargaba la frustración con su padre, en su fragilidad de niña herida, por aquella tragedia que el destino le había impuesto, soportar la relación infernal de sus progenitores. Marita, no retornaba de modo rápido de aquel estado y tras la primera solía llegar una segunda bofetada y a veces una tercera, hasta que la niña prendía a correr pasillo adelante, hasta encerrarse en el baño. Allí, Marita, se arrancaba la ropa y desabrochando las hebillas se quitaba los zapatos, y ya desnuda, se metía en la ducha, para que el agua helada, sofocara aquel calor.
Nieve
Enquistado por las nieves perpetuas de mi ensimismamiento.
Son mis lacerados ojos lo que perciben este dañino invierno.
Cegador es tanto blanco níveo, tanta llanura domada y suavizada, en su abrupto dolor, por el gélido aliento de la tragedia.
Nunca creí en ti, en tu artificial y álgida sonrisa de necedad.
No duran las proezas si las escribes en la nieve.
No hay floración en las blancas cumbres del olvido.
Imposible referenciar, la pureza, en este desierto de frialdad.
Gélido, álgido, níveo, me interesa que sigais existiendo, pero no sé como os voy a legar.
miércoles, 1 de julio de 2020
Nos ametralla el tiempo
Gorriones heridos.
Infantes que ya jamás alzarán el vuelo.
Enzarzados, en las manos laboriosas que tejen desdichas.
Elevados ideales de las altas tapias.
No quiero ser como él.
Nunca seremos iguales.
Ni siquiera seremos pájaros libres.
Vivir, en este mercado, amputa las alas.
Y los cándidos ruiseñores, lo saben.
martes, 30 de junio de 2020
Yesca
Morir quisiera,
a manos de tu enemigo,
Y borrar la estela,
de todo lo que te he querido.
Ebrio de decepción.
Sobrio de alcohol.
Decide por mí, el viento.
Ese, que azota las altas ramas.
Ese, que doblega con su furia, altaneros.
Reo del verde.
Reo de la ciénaga.
Reo de la chispa maldita,
que ha incendiado, mi yesca.
Tengo un cedro
¿Quién soy yo?
Para tenerte preso.
Si en mi hacienda no hay torres,
para otear el llano.
Todo lo que tengo,
cabe en un puñado.
Todo lo que valgo,
lo encierra mi pecho.
Todo lo que soy,
es del viento.
En la ladera norte,
tengo un cedro.
En la rivera llana,
planté un almendro.
No estoy llorando,
es sólo el viento.
Ese imponderable,
que mece tormentas
y en mis tristes ojos,
aviva tormentos.
Hasta que el corazón se para
pero a pesar del peso
y la tendencia a referenciar,
continuamos presos y vivos,
y aunque de distinto modo,
uno tiene que vivir y sentir,
y no dejarse atenazar por la ñoñez y el ridiculo,
porque estas son percecciones más externas, que internas.
Vivir y amar es una abrupta cima,
con sus dos vertientes,
la de solana y la de umbría,
ambas son cara y cruz de una misma cúspide,
y vivir es soportarlas ambas.
Tus preciosas palabras,
retratan añoranza,
un imposible retorno,
y unos sentimientos,
que por primigenios,
son imposibles de transportar al hoy curtido de nuestro presente,
nada vuelve y todo lo atesorado martiriza.
Pero eso no quiere decir,
que en el presente,
no esté esperándonos con los brazos abiertos,
un nuevo amor crucial.
Las rutinas nos salvan,
pero tambien nos esclavizan y atan,
a una comodidad de paz,
de meando dormido,
pero esa calma,
también embalsan en el pantano del comedimiento,
nuestra otoñal primavera,
esa primavera que despierta cuando nos sentimos pánfilos
y esquivando la convención y el corset de lo impuesto,
no nos importa mostrar
que la floración resquebraja
la plástica frialdad sintética de nuestra autonegación.
No se consigue la plaza que no se asedia,
no se gana la batalla que no se da,
no hay erupción
si uno se niega ser volcan.
Todo en su tiempo,
todo con su furia,
todo en su contexto
y sin obsesionarse en referenciar.
Si el alma se queda ciega,
el alma aprende a leer a través del tacto,
el alma, corazón mío,
no se esfuma
hasta que el corazón, se para.
lunes, 29 de junio de 2020
Cataclismo
Sólo si derribo la vieja torre, la puedo reemplazar por una nueva.
Bellos alfiles, que a mis órdenes, reducirán a cenizas el viejo alcázar.
Bellos peones, que para complacer mis deseos, el fuego no apagarán.
Sólo, si un cataclismo me libera de esta cárcel, podré ser libre.
Tiemblo presintiendo el terremoto, tiemblo y ansío, que sus ocho grados asolen la tibieza.
Seísmos que abrirán mil vanos, en el pétreo muro de mi añosa soledad.
Cárcel de oro, cárcel en la que no siento ningún placer, luciendo los trofeos de mis alhajas.
sábado, 27 de junio de 2020
Escarcha O'Hara
Escarcha O'Hara, era el pretencioso nombre que se había puesto Eufemia, todas las putas deliran, pero Eufemia en sus delirios, iba un paso más allá.
miércoles, 24 de junio de 2020
Nadie me mira como tú
La reciprocidad existe y aquellos dos tiernos adolescentes, que se iniciaban en las lides del amar, eran la viva prueba del embeleso del cándido y puro amor.
Ebrios de caricias, ciegos de pasión.
domingo, 21 de junio de 2020
La soberana belleza
Que labriega es la palabra surco, y qué hondo siento, que se clava en mí, el arado.
Es tiempo de legar corona, es tiempo de ceñirse espinas.
En el paredón de las desdichas, ha muerto el Rey.
Principes de la vanagloria, se han disputado su cetro y su corcel.
domingo, 14 de junio de 2020
Rebañadera
Si la mona se desviste de la seda, más mona se queda.
Hay proezas efímeras, como efímera es la crisálida, de la que no sale una mariposa.
Porcelanas rotas, que no arranca del lecho de fango, ni la rebañadera.
Callejuelas malolientes
Callejuelas malolientes, desde las que la canallería jalea alterada, que lo derriben todo.
La turba incompetente, tabernaria, de amigachos, sólo codicia el botín, sin ninguna alta idea.
Un Himalaya de mentiras, así es la peste, que asola nuestros días.
Marionetas sin hilos, pero manejadas con los cables de acero con los que ata y somete, la envidia.
En esta farsa de deshonestidad, la chusma cree, y los prebostes la cocinan.
Hasta la más pequeña marejada, tiene su epicentro, y ese, siempre está en el ansia de poder.
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