No entiendo porque he pasado toda la vida obsesionado con la autosuficiencia, empeñado en no depender de nadie, en deber lo mínimo, en no enamorarme, y en aborrecer esa sensación de necesitar a otro para calmar mis ansias.
La verdad, es que son muy pocas las cosas que entiendo de mi infancia, ese pasado inamovible, esas piezas que encajan soldadas y que arquitraban mi personalidad, que son el cimiento de mi hoy, y que me afano en comprender, para explicar la soledad de mi presente.
No entiendo esa manera mía por reusar el contacto fisico, ese temor a la caricia, esa intranquilidad que me anega cuando percibo que comienzo a depender de alguien.
Soy infeliz, es una maldita infelicidad que yo propicio, en la que incluso se podría decir que me regodeo, en la que malditamente me complazco, como quien alcanza una cima sin ayuda de nadie y su éxito a nadie se lo debe y con nadie lo comparte.
Hace muchísimos años que decidí estar solo, hace muchos años que soy desagradable con los pocos que se me acercan.
Estoy haciendo balance de mi vida, forzado porque soy infeliz y porque me encuentro en un punto de imposible retorno. Estoy desencadenando esta catarsis, empachándome de vidas de otros, de conflictos de otros, para poder abarcar los míos y atisbar por esa puerta entreabierta que es imaginar, como hubiera sido mi vida si no me hubiera obsesionado con no amar.
"El que extravía a los hombre rectos por el mal camino, en su propia fosa caerá." Proverbios.
He rechazado tanto, que ahora me rechazo a mi mismo.