y me hiere la saeta.
Se derrite el ingenio
en la fiebre de mis noches,
sabores que se atropellan
en las travesuras de la luna.
No hay faro
que me salve
de los escollos,
de los meandros,
donde el calor
nubla las exigencias
y derriba el aprisco
que impedía
que los chacales dispersen
la loca ambición
que persigue proezas.
El arrepentimiento
es un infierno,
que llega con el alba.
Calcino palabras
buscando la paz.
Caliento mis manos
abrazando el brebaje
que me hará olvidad
que se muere al amar.