Sonó mi nombre en la cocina, todo estaba oscuro, no sabía muy bien que hora era. Mi madre repetía mi nombre mientras forcejeaba con la puerta. Era ya normal que estuviera desorientada, era normal que se levantara de noche y deambulará por la casa.
Dos escalones separan la cocina del comedor, había tropezado en ellos y mientras a tientas buscaba por las paredes, cayo contra la encimera, se golpeo y sangrando gritaba mi nombre sin poder en la oscuridad abrir la puerta. El maldito alzhéimer, lo estaba borrando todo de su cabeza, las horas, los días, el lugar de la pared donde está el interruptor de la luz. La maldita edad y sus achaque.
La delatora sangre hablaba de su desorientación, de sus pasos contradictorios en la cocina hasta que la luna le señalo la puerta del patio y a su boca llegó mi nombre.