un niño enfermo,
desganado y absorto,
aunque nunca
me gusto serlo,
pero natura
decidió por mi
y yo asumí
muy a mi pesar
ese reto.
Jamás me manche,
jamás alborote mi pelo,
jamás deshice el lazo
de terciopelo negro
que todas las mañanas
hacía mi madre al rededor
de mi frágil cuello.
Siempre fui delicado,
un poco siniestro,
de risa difícil
y ojos muy negros.
Y tarde mucho,
pero que mucho tiempo,
en amar los talentos
que al nacer
me dio el cielo.