¿Quién cuidará el jardín de mis palabras,
cuando mi mano ya no pueda garabatear?
¿Quién cuidará mis acertijos
y el glosario de tibiezas,
cuando mis piernas y mis brazos
estén rígidos y el talento ya ni esté?
¿Quién pasará la mano por mi frente,
para conocer las fiebres,
que me atormentan cada amanecer?
¿Dónde estarán los jóvenes salvajes,
que habitaban desterrados,
en el bosque de las carceleras lanzas?
Ya ha cogido la Parca, al niño de su mano,
y se lo lleva a descoser proezas
y a quemar en la pira del olvido
todas mis finuras y todas mis fierezas.
Tal vez mañana,
en la que fue mi casa,
alguien descubra
el hilo de mi laberinto
y quiera con las flores escondidas,
volver a tejer una vela multicolor y enorme,
para embelesar a los indolentes
que viven en los desiertos grises
de las extrañas comitivas de Hamelín.