"Es la elocuencia suave manjar, es cárcel, es día de sol o atormentadora niebla. Puede la elocuencia amansar hidras y enfurecer corderos."
Irsia Carolain Sprimbol
Irsia Carolain Sprimbol
Pasea la Pasión de Cristo, por las calles en cuesta de nuestros pueblos, pueblos que crecen en las faldas de los valles que les dan la vida y los protegen de las inclemencias.
Es nuestra Semana Santa, una Semana Santa de imagenes ensimismadas, de movimientos parcos, de hieratismo y muecas graves, una Semana Santa en la que los hombros desiguales se juntan para pasear unos Santos antiguos, fruto de las promesas de familias modestas que pagaron tan expresivas tallas. Es así, como sus descendientes se juntan para sacar al Cordero, o para vestir a la Dolorosa, que paseará entre luz de faroles, en el sobrecogedor silencio con el que se lloran en nuestra sierra las grandes perdidas.
Patrimonio Vivo, que con frecuencia olvidamos, en estos tiempos de vértigo y aculturación. Patrimonio vivo, que es el único que nos hace pueblo, que nos da entidad como pueblo, que nos hace comarca, que nos hace occidente y toda su rica tradición de valores de respeto y empatía cristiana.
Cristo es la semilla, el grano de mostaza, que se ha hecho enorme árbol en el que anidan todas las bondades que hacen grandes a los pueblos grandes, valientes a los pueblos valientes.
Nuestra Semana Santa, es modesta, como la máxima de "menos siempre es más", es la puesta en escena de la fe de nuestros padres, de los abnegados hombre y mujeres que nos dieron la vida, en estos pueblos duros de sierra, entre olivos y naranjos, en estos nuestros pueblos de miel y pastores. Prima la esencia sobre las alambicadas formas, prima lo breve, la talla sobria del Dios que se hizo hombre y que es en figura y rudeza como uno de los hombres que procesionan al que yace escarnecido y mortal en la urna, prima la esencia de la madre que llora y se lamenta, como una de las mujeres que cantan "Amante Jesús mío..." por las recoletas calles de Hoyos. Camina el pueblo, por las principales calles, entre las casonas de los viejos linajes, arropando y encomendándose a ese tesoro que es su Dios y la Fe de sus mayores.