sábado, 30 de junio de 2018

Gudena


No todos están preparados para interpretar señales. El futuro está en los posos del café, en las horas de vigilia intentando encontrar la salida, o quizás la entrada de la vía de agua que hunde la nave. Los sueños son la materia prima del éxito, son una gema en bruto, que la laboriosidad debe facetar.
El talento en bruto, es solo eso, perfecta cristalización sin brillos, pero sin la optimización del esfuerzo, solo es materia prima, que regalamos a otros si decidimos optar por la inacción, por enterrar el legado, la herencia que nos entrego la genética. Trabajar, trabajar, esa era la realidad de la Calle Real de Tiendas.
Gudena, las supo interpretar y ante la necesidad y la demanda, si hizo necesaria y vendió su talento, desde el interior de lo anhelado, se hizo un hueco en el sistema por el que a nuestros vástagos legamos nuestro sudor, nuestra rutina, nuestro tesón, posición. Se hizo un porvenir, para ella y para Ger.
El mañana no existe para nosotros, el mañana existe sobre todo para nuestra prole. Por eso es tan importante generar futuro, generar la vida que disfrutará del futuro. Así es como cobra sentido el abnegado esfuerzo. Casa matriz en la que hemos derrochado nuestra sangre, sangre que llevará nuestro nombre y se expresa con nuestras palabras. Obra de nuestras manos, obra de nuestros ingenio. Seres que tienen el brillo de nuestra avispada mirada, la picardía de nuestra sonrisa, el ademán de nuestro ímpetu, nuestra ansia.

La Casa Colorá


Las construcciones aisladas de Convites, en su parcela, mayor o menor según el gusto y posibles de la saga, no sólo tenían la casa principal, muchas de ellas contaban con construcciones anexas; como casa de guardeses, casas menos discretas para algún hijo, gallineros, establos y algunas contaban incluso naves almacen. Tenían todas su aquel, como construcciones decimonónicas que eran, pero no llegaban al ringurrango y al copete de las del Risco de Infantes, zona residencial de los hacendados y nobles de San Pablo de Veragua. Aunque el terreno elegido para construir, por los grandes apellidos, era de peor calidad por su orografía, pues era de muy acusada pendiente, sus vistas sobre la Villa, la catedral y la bahía eran imponentes. Aparte de que el Risco de Infantes y los palacetes palladianos que lo salpicaban, se podían ver desde todas partes, incluso desde Las Lomas de Convites. En las noches cerradas los palacetes de Infantes, lucían como enjambres de luciérnagas en el manto negro del Risco de solana, donde se ubicaba el barrio de veraneo de nobles.
La Casa Colorá de La Chalota o de Los Faustos, siempre estuvo pintada de rojo, de rojo inglés, con el recercado de puertas y ventanas, de cornisas y esquinas, en color albero. No se pintaba todos los años, pasaban siete e incluso más de ocho años hasta que se afrontaba el volverla a pintar. Y según se deterioraban los colores y se oxidaban los pigmentos, por la meteorización del sol y las lluvias de otoño y primavera, la casa iba virando hacia un tono uniforme y rosado. La verdad sea dicha, es que nunca había estado tan rosada como ahora, nunca La Casa Colorá se había decolorado tanto, entre el verde perenne del camino de pinos que flanqueaba la entrada.

viernes, 29 de junio de 2018

El Barrio de Convites


Gudena no tuvo ningún problema en amamantar a Ger y a Fausto, el hijo póstumo de Don Fausto de Azaba. El hijo de La Chalota, que enviudó ochenta y tres días después de desposarse, con el rico tendero, con Fausto, hijo de Fausto y nieto de Fausto.
Los Faustos, como los llamaban en San Pablo de Veragua, eran una rica y huraña saga de tenderos que llevaban generaciones acumulando patrimonio, pero sin sucumbir a la pedantería y al engreimiento, que produce el dinero cuando se te sube a la cabeza. Eran muy ricos pero vivían en su casa de siempre, con las comodidades de siempre y relacionándose nada, como habían hecho siempre. Eran autosuficientes, fieles y muy conservadores, jamás hicieron ostentación de nada, siempre habitaron La Casa Colorá, como la llamaba todo el mundo en San Pablo, una casa grande con terreno alrededor, en el barrio nuevo de comerciantes, en el barrio donde vivían los tenderos de siempre. Un barrio que surgió como lugar de segundas residencias. En el siglo pasado estaba a las afueras de la urbe, en una zona de pinares, de bosque abierto de pinos piñoneros, que con sus copas redondeadas daban sombra a la suave orografía de la zona, a sus pastizales. En ese paraje comenzaron a construir casas aisladas, los enriquecidos, para compensar el hacinamiento en el que vivían en la Calle Real de Tiendas, donde estaban casi todos los negocios de San Pablo. Calle de casas de solares estrechos y profundos, y construcciones muy verticales. Casas en las que no quedaba claro donde terminaba el negocio y empezaba el hogar. Por esa razón, muy pronto los pudientes, los que podían y se casaban y emparentaban entre ellos, comenzaron a levantar sus segundas casas, casas en las que celebraban sus bodas, sus bautizos, sus pedidas de mano, sus conquistas. Por eso, pronto el pueblo comenzó a llamarlo Barrio de Convites, nombre que dura hasta hoy.
Con el correr de los años y con el adoquinado y ensanchado del camino de las Lomas, toponímico del adehesado paraje donde estaba el Barrio de Convites, los tenderos dejaron de vivir encima de sus negocios y talleres, y terminaron morando de forma exclusiva entre los pinos de Las Lomas. Fue un cambio en su estatus social, que no en sus hábitos y costumbres.
En el Barrio de Convites había una treintena de casas, construidas en unas parcelas de al menos dos hectáreas, separadas unas de otras por muros de piedra seca. Los arrabales de San Pablo, fueron creciendo y rodeando Las Lomas, enquistando el pinar y sus treinta casas, escenificando aun más la zonación social.

jueves, 28 de junio de 2018

Tiempo de mariposas


La fortuna es malabarista, es diestra en sobresaltos.
En los nuevos tiempos, la insensatez garabatea estropicios en la piel de la doncella.
Verdosas tintas, del estanque de la miseria.
Es urgente sobreponerse al estrago, al bocado feroz del destino.
Nada es eterno y nuestra breve estancia en el vagón del tiempo, sólo sabe a hiel.
Los iluminados buscar abarcar, abrazar el entendimiento, el legado ingente que amasaron los constantes.
Carne de cañón de las horas de asueto, es el peón, la figura necesaria, pero también la más prescindible.
Otros llegarán y con la misma estulticia, ocuparán su sitio, son maleables, predecibles, manipulables.
Era y sigue siendo un erial de ingenio el valle.
Era y sigue siendo un nido de víboras.
La fortuna es funambulista y camina bajo el sol cegada por sus destellos, camina por los alambres que cruzan los abismos, venciendo tragedias, alcanzando sueños, o segando trayectorias.
La fortuna escribe circo y escribe tragedia, y ningún cuerpo escapa a sus labios de seda, o al dolor del zarpazo de sus garras.
Nuevos tiempos, que deparan los mismos presentes.
Tiempos de lobos y de hienas.
Tiempos de mariposas.
Tiempos marcados por el ritmo de la irrefrenable pérdida.
Todo llega para marcharse, nada llega sin el norte de irse.

Culebrinos relámpagos


De culebras y de culebrinos relámpagos.
Meteoros que preceden al estruendo.
La luz precede al mensaje.
El alarido a la soflama.

miércoles, 27 de junio de 2018

Gervasio Manuel


Gervasio Manuel Aceituno Maqueda, nació con La Gran Hambre, pero no la sintió. Su madre, pudo darle de todo, gracias a que servía en casa de La Chalota, en el postinero Barrio de Convites.
Entró en La Casa Colorá con el nacimiento de Ger. La Chalota, o Doña Benita Postuero de Robledillos, trajo a su vástago entre fiebres y dolores, lo trajo y de milagro nació vivo, lo trajo pero a ella no le subio la leche y de urgencia tuvieron que buscar puerta a puerta por el Arrabal de Mamertos, una madre dispuesta y de ubres grandes y ahí es donde le empezó a sonreír la fortuna a Gudena, en el día de San Bertol, un 23 de Agosto, nueve meses después de la desgracia, de que la desgraciaran. Tanto fue el cántaro a la fuente, que terminó por romperse, y el que lo rompió se desentendió y Gudena apechugo con la barriga, tras la monumental bronca de su casa, en cuanto comenzaron a ver que esta le crecía, sin aparente razón y a pesar de que ella se fajara.
En el Arrabal de Mamertos, no era ninguna gran tacha, quedar preñada, quedar en cinta sin estar casada con un varón, o sin saber con certeza el varón que te quedaba preñada. Gudena, fue una más de las que aprendieron pronto a jugar a mayores en los descampados, una más de las que jugaban a esconderse en las cuadras para que las montaran. Sin ir más lejos sus dos hermanos mayores, no eran hijos de Antonino, su padre, eran hijos de antes, de antes de que el paciente Antonino, apencara con su madre, una lagartona de costillares anchos y patas cortas, pero muy viva, de la que ella, no había heredado absolutamente nada.
Gudena, a pesar de la necesidad creció saludable, sonrosada y esbelta, salía a Crisanta, su abuela paterna, que era lechosa y muy alta. El abnegado Antonino, se deslomaba para traer cuartos a casa y la avispada Milagros, hacía lo propio por su parte, usando de todos los recursos a su alcance, para que su prole no pasará hambre. Eran siete bocas; Gudena, Pascasio, Melchor, Andres, Rita, Antonino y ella, pero a pesar de la necesidad que les rodeaba, siempre había un plato abundante en la mesa y provisiones en la despensa. La necesidad aviva el ingenio y ella era paticorta y recia, pero también muy ingeniosa.
Milagros, administraba muy bien los pocos recursos y si no había los inventaba. Conocía todas las verdolagas comestibles que crecen en cunetas y regatos. Conocía todos los bichos del monte y de la playa que se podían comer y siempre hacía un hueco en su día para ir a buscar cabozos, caracoles, lapas, pescar cangrejos o camarones con sus salabares, lo que fuera, para que en su casa comieran y si sobraba, poder vender y trapichear con todo lo recolectado y afrontar los imponderables que pudieran surgir.

martes, 26 de junio de 2018

Fotografías para frenar el olvido


La vida es efímera y no somos realmente conscientes de ello, hasta que nos atropella violentamente la pérdida.
Somos frágiles, contenedores muy frágiles de vida, bellos cuerpos que el tiempo va marchitando, va venciendo, va curvando y doblegando.
La vida nos doblega y en el último instante nos quiebra y ese mismo instante comenzamos a desvanecernos, a diluirnos. Claro que no es lo mismo diluirse por senectud, que quebrase con el estrépito que se quiebran las bellísimas porcelanas, generando un río de desolación que hay que paliar, con el arma que tenemos a nuestro alcance, con la instantánea, el fogonazo que congela el último instante, que hace más fácil el recuerdo, más llevadero el pesar, la pena negra de perder el futuro, la tersura del infante, nuestro abnegado legado, esos ojos de fuego que ya no volverán.
Fotografías que rompen el ciclo de la descomposición, fotografías que frotamos contra nuestro pecho, pecho en en el que aún nos late el corcel herido, el corcel que en el amado se paró. Fotografías melifluas o descarnadas que rozan hasta desgastarlas nuestros labios. Fotografías sobre las que galopan nuestros dedos, acariciando lo que ya la tierra engulle. Instantáneas de lo que ya es tierra húmeda, fértil y parda.
Fotografías de muertos, fotografías para frenar el olvido. Daguerrotipos que viven en los cajones, en los portarretratos de plata, en los misales, en los medallones de oro que cuelgan de los dolientes cuellos.

La Mala Perra


Me he despertado sobresaltado por los graznidos libidinosos de la turbia.
Ralea ebria que ensombrece los días de gloria.
Vive su estelaridad de virulenta borrasca, hinchando el papo.
Buche insaciable, que macera mantecas con alcoholes.
Pollino, saciado en la vulgar demasía, que proporciona el gusto mísero.
Tanto de tanto y todo tan necio.
Tiempos de urgencia, de delirios de monda, de calentura de alcahueta.
Se recuecen los diviesos de la entrepierna, de la pelambrera rasurada y de sombras muy negras y recias.
Es automatismo, el norte del beodo tocino.
Brillo de torrezno y de afeites de panceta.
Iridiscencias de frite y ramalazos de caldereta.
Estelaridad de cuchitril y de aciaga vileza.
Son tiempos de narcóticos, engullidos con vinazos.
Traga y traga la ramera, tarascón de potasa.
Nunca se olvida la corrala, el cubil donde nos parió, La Perra.
Nunca se borra, ni se está lo suficientemente ciega, para olvidar el lupanar donde preñaron a La Mala Perra.
¡Acariciame hampón¡ berrea la hiena.
Se rozan los preñados buches, en la tramada componenda.
Tierra de nadie, erial de todo, vulgar soba, con olores de adobo.

domingo, 24 de junio de 2018

Ligero tras el incendio


Purgado tras la noche mágica.
Ligero tras el incendio.
Suave tras desprenderme de tanta lacra.
Hoy arde el cielo.
Anoche ardió la luna.
Y vuelvo a vagar para atesorar nueva morralla.

sábado, 23 de junio de 2018

Hogueras de San Juan


Quisiera oir campanas, doblar a muerto, ver como la Parca siega infiernos.
Quisiera que el fuego, arrasara con el necio, con el zafio, con el vular y tuerto.
Quisiera ser profeta en esta noche mágica y escribir la tragedia de los que osaron calumniarme.
Quisiera y quiero que mañana al amanecer no existiera cizaña entre el trigo.
Veo el alma del desalmado y lo único que quiero, es prenderle fuego.

La demografía del ocaso


La demografía del ocaso.
Vivimos tiempos de colonos, tiempos donde los que construyeron las grandes urbes y el bienestar están rendidos, están postrados al arribismo descontrolado de los que no vienen a empaparse de nuestros códigos éticos, ni de la cultura que nos hizo grandes, sino a imponer su atavismo tribal.
Vivimos tiempos sin cargas, tiempos sin hijos, sin futuro, sin la prole que al tener nuestra sangre preservaría nuestro modelo de sociedad.
La pirámide poblacional se desgasta en su base, se queda sin asiento. ¿A quien legaremos nuestros valores? Esos que están amenazados, hasta por los progres que están dentro de nuestras fronteras.
Vivimos tiempos difíciles, en los que aturdidos, no somos realmente conscientes, de la que se nos avecina. Tiempos donde todos los pilares de Occidente están en entredicho, donde está en jaque toda nuestra garantista sociedad, nuestra protección a la infancia, al diferente, a la tercera edad.
Tiempos nuevos, donde nuestro Dios no cotiza al alza, en la marea de políticos mediocres, de ramplones dirigentes rendidos al corto plazo y a la maquillada xenofobia a lo patrio, xenofobia al cristiano, xenofobia al que siente su acervo como un bien raíz a defender, como el valor fundacional de la Vieja Europa que agoniza entre estertores, de falsa y televisada caridad.
Tiempos de invasiones bárbaras, como las que condujeron al Imperio Romano a la oscura Edad Media.
Todo es cíclico y el ciclo del bienestar relata postrimerías.

Demasiados infiernos he atravesado


He amanecido encharcado por la humedad de lo contiguo.
No soy impermeable, soy permeable al desaliento.
Ósmosis que me hace plúmbeo, que moja mis alas.
Zarzales de desanimo que me cercan y enredan.
Son tan inalcanzables la perfectas esferas, las ansiadas e inalcanzables mieles del éxito.
Es muy fácil caer y no volver a levantarse.
En esta pelea por la gloria es muy fácil rendirse.
Demasiados infiernos he atravesado para decidir morir desalado en uno de ellos.

viernes, 22 de junio de 2018

Titubear


El destino genera ansiedad, genera rendición,
Sin saber lo que hay en la otra vida,
quizás deberíamos pelear más en esta.
Titubear anula el ingenio.
Dudar genera inacción.
Con sigilo pero en marcha constante.

jueves, 21 de junio de 2018

San Juan y el fuego


Desear es la mitad del logro.
Predispuestos a sentir, se termina sintiendo.
No hay placer sin abnegación.
En la noche inmensa quemare palabras.
En la calma de la claridad que se resiste.
En la luz que no se evapora por muchas horas.
En las hogueras de la evanescencia, de lo efímero y que estorba.
El fuego nos hace libres, nos libra de cargas, de desvelos que son plomo en las alas de deseo.
Liberados tras quemar lo que hemos logrado y nos ancla, lo que compramos como eterno y hoy es sólo cadena que nos ata a una tierra.
Ávidos de vivir en las nuevas cumbres, de otear el mundo desde las cimas.
De vivir ciméramente y sin molestas cargas.
Desván de trastos que el fuego borrará.

miércoles, 20 de junio de 2018

Corredentores televisivos


Corredentores televisivos, que reparten pan de los graneros rapiñados.
Correligionarios que no creen en Dios, pero que piensan que ya proveerá el sudor del justo, mañana.
Botín de guerras cianitas, donde el trabajador costea la pitanza de una estela de garrapatas.
Sólo se puede saquear lo pleno, por eso nunca es asolado el solar vacío.
El dinero ni se crea ni se destruye, sólo cambia de manos.
Manos sucias que van al pan, al pan que amasaron las manos limpias.
Que fácil resulta hacer caridad con lo confiscado, con el esfuerzo robado, con el tesón del fértil.
Confalonieros de caballos de cartón fallero, que emprenden batallas fratricidas.