Pierde la belleza la batalla, cuando en la parálisis facial busca amparo.
Se detiene el gesto, pero no se para el tiempo.
Se esfuma el encanto en la idónea mueca.
Congelada para volver a atraer moscones pretéritos.
Moscones que de nosotros ya se han olvidado.
Remedamos armas que solo la juventud posee.
Y olvidamos la belleza del terreno labrado.
De los surcos donde germina el poder de la sapiencia.
El magnetismo del soberbio relato que es el rostro curtido.
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