Si reparásemos en la trastienda de los conflictos de cuantas ofuscaciones nos libraríamos.
Son complejas las discordias.
No son las disputas meridianas como la manzana de Paris.
Aun así tras la manzana hay más recodos de ofensas.
Tras las netas fachadas.
Banderas enarboladas por el arrastrado sumiso.
Mero peón en tablero de la batalla.
Carne de cañón que el cualquier bando podía haber caído.
Y bajo cualquier bandera haber luchado.
Existe hangares de miserias simples, ramplonas, podridas en la estanqueidad de guardar, para mañana en frío vengar.
En el vicio de no resolver lo pequeño amontonamos engendros en el congelador del rencor.
Las grandes tormentas no solo se ven venir, si no que además solventando el detalle se pueden evitar.
Tras las arengas que llaman a la guerra no hay nada de grandiosidad.
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