Cetrino y cerúleo se mostró el gran urdidor.
Herido mortalmente por los devaneos que no le acompañarán al otro mundo.
Bilis que estrangula certera pues sabe que está acaudillada en el castillo que todo lo metaboliza.
Sin corte, salvo el séquito de bufones, deambula.
Mostrando el verdor de sus manos, líquenes de postrimería.
Sillares rendidos tras tantas batallas.
Castillo de llano obra del saqueo.
Muerto el can se dispersan los chinchorros.
La usura de las pestilentes garrapatas.
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