Es esclarecedora la escarcha, los días fríos sin nadie, el desierto de caricias, el maldito y desolador tiempo de ensimismamiento.
Nadie se percata de este socavador oleaje interno que me asola.
Nadie vive en mi, o con la suficiente proximidad como para percatarse de la frialdad de mis salas, de los cuartos en los que me consume el pesar.
Tiempo de punzantes alfileres, de trajes teatrales que venden felicidad, artificio, gloria.
Luces cenitales que me hacen brillar en una escena de fama inhóspita, de celebridad de sonrisas falsas, de aplausos hipócritas.
Nadie ve los tesoros de mia alma, sólo se percatan y ciegan con la mueca de mi sublime coraza.