domingo, 15 de julio de 2018
Bilis negra
Los infernales amores, son irrefrenable atracción de sicofantes.
Los amores de sombra y hojarasca son pudridero y letrina.
Son muladar, corrobla de hienas.
Amigos de las siniestras artes, cuerpos deformes que se complacen en el morapio.
Odres henchidos de infectas ideas.
Sin ideales todo se desparrama, se deshorma.
Pellejos que revienta la bilis negra.
domingo, 8 de julio de 2018
Fermina
Fermina era la más antigua de las criadas. Fermina entró en la casa con treinta y cinco años, y ahora tenía setenta y cinco. Ella crió al Señorito Fausto, y ella fue la que le puso la mortaja, la camisa azul, con sus gemelos de oro y nácar, su corbata verde con anclas y el traje gris de raya diplomática, fue ella la que lo peino y le rasuro la barba, ella fue quien besándolo en la frente, cerró los ojos del niño grande, que era el Señorito Fausto de Azaba y Vélmar.
Fermina entró en la casa cuando murieron sus padres, los cuidó abnegadamente para tras el óbito de su madre que sobrevivió a su padre sólo seis meses. ser echada a la calle, ser echada de la casa familiar, de un puntapié, por su hermano Jacinto El Recio, como le llamaban en la pedanía de San Benito de la Contienda. La forzó a abandonarlo todo y la dejó sin nada. Así fue como llegó a La Casa Colorá, después de haber sido recogida por Don Braulio, el cura de San Benito. Así llegó, para servir o continuar sirviendo, pero ahora cobrando, porque hasta ese momento, había servido en su casa, a todos, pero sin recibir ningún salario. Desde el día que entró al servicio de Los Faustos, se lo dejo bien claro a Doña Micaela Vélmar, La Fausta, que si ella moría antes que su hermano, su familia de su sudor no tenía que recibir nada. Y así se lo dejó escrito en un testamento ológrafo, que guardaba Don Braulio, que de sus cuartos, a su sangre no quería que llegara nada.
sábado, 7 de julio de 2018
Los cálculos y las cuentas del amor
De las catástrofes surge la vida, la nueva vida. Y eso era, a pesar de las adversidades vividas, Fausto para Benita, Fausto de Azaba Postuero de Robledillo, era un delicado infante que había burlado a la muerte, gracias al ama de cría, gracias a Gudena, gracias a su calor y a la suerte, porque toda sucesión de acontecimientos que en un momento dado nos son favorables, es sólo eso, suerte.
El destino nos roba, pero con la mano izquierda nos da. Benita había tenido que asumir casi sin rechistar todo lo que la vida le había querido deparar. Los Postueros, no sólo eran tenderos, comerciantes de telas que traían de La Gran Capital, también tenían en el Puerto de Colindres, unos almacenes de repuestos para barcos pesqueros y un pequeño taller para calafatear, con doce empleados. También tenían tres naves, que dedicaban a la pesca de la sardina, al cangrejo, al sábalo, al jurel, todos sin adentrarse demasiado en el mar, pues con la riqueza del banco de las costas de San Pablo no había necesidad. Los Postueros tenían más capital que los Faustos, pero no se perdía estatus, era un matrimonio conveniente. Y Fausto de Azaba era hijo único y no iba a tener que repartir lo que tenían, con nadie. Mientras que Benita tenía dos hermanos, Martín y Venancio, este último era el que gestionaba desde el almacén del muelle, el patrimonio Postuero de Robledillo. Como veis nada en la acumulación de fortuna se dejaba al azar. Los cálculos y las cuentas se aplicaban también al amor
jueves, 5 de julio de 2018
Dimas
Dimas, era el chofer de los Faustos, él también vivía en Villa Colorá, su habitación estaba cerca de la cocina, cerca de las alcobas de las tres criadas. Dimas, desde que llegó el día de San Bertol a la casa, la nieta de la Crisanta, la miraba goloso, consciente de su poderío de macho, de su viril furia sin competencia, en aquella casa de mujeres.
Dimas era chico para casi todo, aunque su tarea principal era conducir el auto para llevar a Doña Benita, a San Pablo todas las mañanas, a los negocios que tenían los Faustos en la Calle Real de Tiendas.
Eran los negocios los que mantenían distraída y ajena a las catástrofes encadenadas a Doña Benita. Catástrofes que habían acontecido a los moradores de la Casa Colorá, a la casta de los Faustos. Benita, a pesar de los malos tragos, poco a nada se ausentaba de su oscuro despacho en el inmueble número 13 de la Calle de Tiendas, sobre todo desde que Fausto se fue, de un día para otro, sin síntoma alguno de que padecía algún mal. Fausto se evaporó dejándola encinta y ella se agarró a lo único que tenía, a los números, a las cuentas de su marido, a su oscuro despacho, al número 13 de la calle de los tenderos.
lunes, 2 de julio de 2018
Contener
Es imposible amordazar el amor. embridar la cólera, ocultar el tormento.
Se puede fingir, pero es agotador contener e impedir el alivio de la tensión.
Profanar tumbas
Las reglas posibilitan la convivencia, los límites la preservan, no todo es posible y no decir que no a tiempo, supone ser avasallado por quien se cree con todos los derechos y ninguna de las obligaciones.
El sectarismo marca el liberticidio, el considerar que una vez preservado nuestro amplificado derecho de parte, poco importa el del que disiente o no piensa igual.
Siempre hemos vivido en la contienda de bandos, siempre en el tablero de la vida se ha competido por el poder, guerras de reinos, guerras intestinas para lograr reinar. Iguales que tras medirse tienen tratos diferentes, los míos, los tuyos y la ingente masa de volubles peones que está enmedio.
Los nuevos faraones intentan eliminar escudos de la inamovible historia, borrar hazañas, cambiar calles, profanar las tumbas de los próceres patrios que no les hacían gracias. Quemar bibliotecas y ametrallar en plaza pública al que no jalea la consigna del grupo hoy imperante. Borar para poder imponer la ignorancia y borrar las ignominias de nuestra casta.
Ya los franceses en 1801 profanaron las tumbas de los Reyes Católicos en Granada, las profanaron y con sus despojos hicieron chanzas. No hay nada nuevo bajo el sol, y el invasor suele aventar cenizas patrias pensando que borrará de ese pueblo sus hazañas.
Vivimos tiempos de fanatismos, de soflamas y arengas que reclaman para la parte, favores que niegan al contrincante. Y así es imposible jugar, las reglas del tablero son precisas e impiden que uno abuse al intentar vencer, pues en resumidas cuentas todo es competitividad, competitividad que desde tiempos ancestrales está escrita de modo indeleble en nuestro ADN, códigos de los que nada nos hemos alejado, pues nuestra Cultura Occidental, en cada nueva generación que nace, tiene que volver a sembrar, a abonar, a regar ese legado, pues sin plantar la semilla del respeto se desanda todo el progreso y el estado de la solidaridad, que nos da entidad como civilización se aventa, para dejar paso al erial tiranicida del que subyuga con las malas mañas.
domingo, 1 de julio de 2018
El infierno
El miedo ejerce posesión, nuestras almas son energía y la energía mueve el mundo. Satán existe y ejerce su poder apoderándose de almas. El infierno está en las primeras filas, en la presión que impone la prevalencia. Nacidos para brillar a toda costa, incluso a costa de vender el inmortal espíritu. La vida terrena es un fogonazo, no es ni un segundo en la eternidad.
Apenas dos kilómetros y medio
Apenas dos kilómetros y medio separaban la casa de Milagros Maqueda y la Villa Colorá de Doña Benita Postuero. Apenas una enorme recta adoquinada, que atravesaba el Arrabal y se adentraba en los pinares. Pero la distancia mayor, es que eran dos mundos, dos esferas que se rozan, pero no se mezclan. En el Arrabal todos comían del mismo plato, se podía correr por las calles de barro y arena, las manos iban y venían a todas partes, sin pasar por el agua. Aquí en la Casa de los Faustos, nada se tocaba sin lavarse, incluso algunas cosas se tocaban con guantes, con unos guantes blancos de algodón, que impedían manchar y dejar huellas. Dos mundos, uno el abandonado y el otro el nuevo, el que estaba comenzando a disfrutar.
Gudena, llevaba sintiendo o preparándose para el cambio, no para la radical fortuna que estaba experimentando, para lo que sabía que ocurriría tras parir a su bastardo, ella ya sabía que nada volvería a ser igual que antes.
Desde que llegó, como ama de cría a la finca, no le faltó de nada, salvo la libertad de correr por las calles y por los arenales, le faltaban las escapadas a los establos y sentir el agua salada y el sol de la playa.
Estar morena, a partir de su entrada en la casa era vulgar. Quemaron sus harapos limpios de Aceituno Maqueda y le dieron un uniforme almidonado que solo dejaba ver sus manos y sus tobillos. La nueva clase basaba su estrategia en no mostrar nada, en no enseñar nada de piel.
sábado, 30 de junio de 2018
Gudena
No todos están preparados para interpretar señales. El futuro está en los posos del café, en las horas de vigilia intentando encontrar la salida, o quizás la entrada de la vía de agua que hunde la nave. Los sueños son la materia prima del éxito, son una gema en bruto, que la laboriosidad debe facetar.
El talento en bruto, es solo eso, perfecta cristalización sin brillos, pero sin la optimización del esfuerzo, solo es materia prima, que regalamos a otros si decidimos optar por la inacción, por enterrar el legado, la herencia que nos entrego la genética. Trabajar, trabajar, esa era la realidad de la Calle Real de Tiendas.
Gudena, las supo interpretar y ante la necesidad y la demanda, si hizo necesaria y vendió su talento, desde el interior de lo anhelado, se hizo un hueco en el sistema por el que a nuestros vástagos legamos nuestro sudor, nuestra rutina, nuestro tesón, posición. Se hizo un porvenir, para ella y para Ger.
El mañana no existe para nosotros, el mañana existe sobre todo para nuestra prole. Por eso es tan importante generar futuro, generar la vida que disfrutará del futuro. Así es como cobra sentido el abnegado esfuerzo. Casa matriz en la que hemos derrochado nuestra sangre, sangre que llevará nuestro nombre y se expresa con nuestras palabras. Obra de nuestras manos, obra de nuestros ingenio. Seres que tienen el brillo de nuestra avispada mirada, la picardía de nuestra sonrisa, el ademán de nuestro ímpetu, nuestra ansia.
La Casa Colorá
Las construcciones aisladas de Convites, en su parcela, mayor o menor según el gusto y posibles de la saga, no sólo tenían la casa principal, muchas de ellas contaban con construcciones anexas; como casa de guardeses, casas menos discretas para algún hijo, gallineros, establos y algunas contaban incluso naves almacen. Tenían todas su aquel, como construcciones decimonónicas que eran, pero no llegaban al ringurrango y al copete de las del Risco de Infantes, zona residencial de los hacendados y nobles de San Pablo de Veragua. Aunque el terreno elegido para construir, por los grandes apellidos, era de peor calidad por su orografía, pues era de muy acusada pendiente, sus vistas sobre la Villa, la catedral y la bahía eran imponentes. Aparte de que el Risco de Infantes y los palacetes palladianos que lo salpicaban, se podían ver desde todas partes, incluso desde Las Lomas de Convites. En las noches cerradas los palacetes de Infantes, lucían como enjambres de luciérnagas en el manto negro del Risco de solana, donde se ubicaba el barrio de veraneo de nobles.
La Casa Colorá de La Chalota o de Los Faustos, siempre estuvo pintada de rojo, de rojo inglés, con el recercado de puertas y ventanas, de cornisas y esquinas, en color albero. No se pintaba todos los años, pasaban siete e incluso más de ocho años hasta que se afrontaba el volverla a pintar. Y según se deterioraban los colores y se oxidaban los pigmentos, por la meteorización del sol y las lluvias de otoño y primavera, la casa iba virando hacia un tono uniforme y rosado. La verdad sea dicha, es que nunca había estado tan rosada como ahora, nunca La Casa Colorá se había decolorado tanto, entre el verde perenne del camino de pinos que flanqueaba la entrada.
viernes, 29 de junio de 2018
El Barrio de Convites
Gudena no tuvo ningún problema en amamantar a Ger y a Fausto, el hijo póstumo de Don Fausto de Azaba. El hijo de La Chalota, que enviudó ochenta y tres días después de desposarse, con el rico tendero, con Fausto, hijo de Fausto y nieto de Fausto.
Los Faustos, como los llamaban en San Pablo de Veragua, eran una rica y huraña saga de tenderos que llevaban generaciones acumulando patrimonio, pero sin sucumbir a la pedantería y al engreimiento, que produce el dinero cuando se te sube a la cabeza. Eran muy ricos pero vivían en su casa de siempre, con las comodidades de siempre y relacionándose nada, como habían hecho siempre. Eran autosuficientes, fieles y muy conservadores, jamás hicieron ostentación de nada, siempre habitaron La Casa Colorá, como la llamaba todo el mundo en San Pablo, una casa grande con terreno alrededor, en el barrio nuevo de comerciantes, en el barrio donde vivían los tenderos de siempre. Un barrio que surgió como lugar de segundas residencias. En el siglo pasado estaba a las afueras de la urbe, en una zona de pinares, de bosque abierto de pinos piñoneros, que con sus copas redondeadas daban sombra a la suave orografía de la zona, a sus pastizales. En ese paraje comenzaron a construir casas aisladas, los enriquecidos, para compensar el hacinamiento en el que vivían en la Calle Real de Tiendas, donde estaban casi todos los negocios de San Pablo. Calle de casas de solares estrechos y profundos, y construcciones muy verticales. Casas en las que no quedaba claro donde terminaba el negocio y empezaba el hogar. Por esa razón, muy pronto los pudientes, los que podían y se casaban y emparentaban entre ellos, comenzaron a levantar sus segundas casas, casas en las que celebraban sus bodas, sus bautizos, sus pedidas de mano, sus conquistas. Por eso, pronto el pueblo comenzó a llamarlo Barrio de Convites, nombre que dura hasta hoy.
Con el correr de los años y con el adoquinado y ensanchado del camino de las Lomas, toponímico del adehesado paraje donde estaba el Barrio de Convites, los tenderos dejaron de vivir encima de sus negocios y talleres, y terminaron morando de forma exclusiva entre los pinos de Las Lomas. Fue un cambio en su estatus social, que no en sus hábitos y costumbres.
En el Barrio de Convites había una treintena de casas, construidas en unas parcelas de al menos dos hectáreas, separadas unas de otras por muros de piedra seca. Los arrabales de San Pablo, fueron creciendo y rodeando Las Lomas, enquistando el pinar y sus treinta casas, escenificando aun más la zonación social.
jueves, 28 de junio de 2018
Tiempo de mariposas
La fortuna es malabarista, es diestra en sobresaltos.
En los nuevos tiempos, la insensatez garabatea estropicios en la piel de la doncella.
Verdosas tintas, del estanque de la miseria.
Es urgente sobreponerse al estrago, al bocado feroz del destino.
Nada es eterno y nuestra breve estancia en el vagón del tiempo, sólo sabe a hiel.
Los iluminados buscar abarcar, abrazar el entendimiento, el legado ingente que amasaron los constantes.
Carne de cañón de las horas de asueto, es el peón, la figura necesaria, pero también la más prescindible.
Otros llegarán y con la misma estulticia, ocuparán su sitio, son maleables, predecibles, manipulables.
Era y sigue siendo un erial de ingenio el valle.
Era y sigue siendo un nido de víboras.
La fortuna es funambulista y camina bajo el sol cegada por sus destellos, camina por los alambres que cruzan los abismos, venciendo tragedias, alcanzando sueños, o segando trayectorias.
La fortuna escribe circo y escribe tragedia, y ningún cuerpo escapa a sus labios de seda, o al dolor del zarpazo de sus garras.
Nuevos tiempos, que deparan los mismos presentes.
Tiempos de lobos y de hienas.
Tiempos de mariposas.
Tiempos marcados por el ritmo de la irrefrenable pérdida.
Todo llega para marcharse, nada llega sin el norte de irse.
Culebrinos relámpagos
De culebras y de culebrinos relámpagos.
Meteoros que preceden al estruendo.
La luz precede al mensaje.
El alarido a la soflama.
miércoles, 27 de junio de 2018
Gervasio Manuel
Gervasio Manuel Aceituno Maqueda, nació con La Gran Hambre, pero no la sintió. Su madre, pudo darle de todo, gracias a que servía en casa de La Chalota, en el postinero Barrio de Convites.
Entró en La Casa Colorá con el nacimiento de Ger. La Chalota, o Doña Benita Postuero de Robledillos, trajo a su vástago entre fiebres y dolores, lo trajo y de milagro nació vivo, lo trajo pero a ella no le subio la leche y de urgencia tuvieron que buscar puerta a puerta por el Arrabal de Mamertos, una madre dispuesta y de ubres grandes y ahí es donde le empezó a sonreír la fortuna a Gudena, en el día de San Bertol, un 23 de Agosto, nueve meses después de la desgracia, de que la desgraciaran. Tanto fue el cántaro a la fuente, que terminó por romperse, y el que lo rompió se desentendió y Gudena apechugo con la barriga, tras la monumental bronca de su casa, en cuanto comenzaron a ver que esta le crecía, sin aparente razón y a pesar de que ella se fajara.
En el Arrabal de Mamertos, no era ninguna gran tacha, quedar preñada, quedar en cinta sin estar casada con un varón, o sin saber con certeza el varón que te quedaba preñada. Gudena, fue una más de las que aprendieron pronto a jugar a mayores en los descampados, una más de las que jugaban a esconderse en las cuadras para que las montaran. Sin ir más lejos sus dos hermanos mayores, no eran hijos de Antonino, su padre, eran hijos de antes, de antes de que el paciente Antonino, apencara con su madre, una lagartona de costillares anchos y patas cortas, pero muy viva, de la que ella, no había heredado absolutamente nada.
Gudena, a pesar de la necesidad creció saludable, sonrosada y esbelta, salía a Crisanta, su abuela paterna, que era lechosa y muy alta. El abnegado Antonino, se deslomaba para traer cuartos a casa y la avispada Milagros, hacía lo propio por su parte, usando de todos los recursos a su alcance, para que su prole no pasará hambre. Eran siete bocas; Gudena, Pascasio, Melchor, Andres, Rita, Antonino y ella, pero a pesar de la necesidad que les rodeaba, siempre había un plato abundante en la mesa y provisiones en la despensa. La necesidad aviva el ingenio y ella era paticorta y recia, pero también muy ingeniosa.
Milagros, administraba muy bien los pocos recursos y si no había los inventaba. Conocía todas las verdolagas comestibles que crecen en cunetas y regatos. Conocía todos los bichos del monte y de la playa que se podían comer y siempre hacía un hueco en su día para ir a buscar cabozos, caracoles, lapas, pescar cangrejos o camarones con sus salabares, lo que fuera, para que en su casa comieran y si sobraba, poder vender y trapichear con todo lo recolectado y afrontar los imponderables que pudieran surgir.
martes, 26 de junio de 2018
Fotografías para frenar el olvido
La vida es efímera y no somos realmente conscientes de ello, hasta que nos atropella violentamente la pérdida.
Somos frágiles, contenedores muy frágiles de vida, bellos cuerpos que el tiempo va marchitando, va venciendo, va curvando y doblegando.
La vida nos doblega y en el último instante nos quiebra y ese mismo instante comenzamos a desvanecernos, a diluirnos. Claro que no es lo mismo diluirse por senectud, que quebrase con el estrépito que se quiebran las bellísimas porcelanas, generando un río de desolación que hay que paliar, con el arma que tenemos a nuestro alcance, con la instantánea, el fogonazo que congela el último instante, que hace más fácil el recuerdo, más llevadero el pesar, la pena negra de perder el futuro, la tersura del infante, nuestro abnegado legado, esos ojos de fuego que ya no volverán.
Fotografías que rompen el ciclo de la descomposición, fotografías que frotamos contra nuestro pecho, pecho en en el que aún nos late el corcel herido, el corcel que en el amado se paró. Fotografías melifluas o descarnadas que rozan hasta desgastarlas nuestros labios. Fotografías sobre las que galopan nuestros dedos, acariciando lo que ya la tierra engulle. Instantáneas de lo que ya es tierra húmeda, fértil y parda.
Fotografías de muertos, fotografías para frenar el olvido. Daguerrotipos que viven en los cajones, en los portarretratos de plata, en los misales, en los medallones de oro que cuelgan de los dolientes cuellos.
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