Es complicado descansar encharcado de hastío, de náusea, con esta opresión en el pecho que me martiriza desde que comenzó este encierro.
No soy nada, no soy nadie, un grano de sal en este enorme lago de aguas quietas, aguas sin oleaje, aguas dulces, como los pecados que no cometo, como el almíbar de la privación.
Encuentro el placer, en prohibirme la furia del infierno, la torridez de sus llamas.
No soy nada, nada más que estrategia, alambicado y sublimado placer, placer colmado en mi insana obsesión por poseer. Miedo al vacío, a las barandas, al vértigo, a los enormes páramos, llanos e infinitos, sin árboles, arados y yermos.
No soy nadie, porque mi existencia ni siquiera está sujeta por hilos, está prendida por alfileres, las alfileres de acerico que es mi pecho.
Es complicado descansar mientras sé que me desangro, y tiñe mi bravura de rojo, las sábanas blancas de mi lecho.
No te temo hechicera con polisón de nardos, no te temo, sólo a mí corrección temo, a esa, que sabedora de que te espero, me niega la carne, me niega y me reniega vivir.