Amputa la pereza,
Los príncipes nunca lloran, su ojos ya son de escarcha, de gélido azul.
Mirame y dime, que no sientes su pérdida, que estas alas sólo traen tiniebla.
Si mi custodio quisiera disipar tormentos, si el batir de sus blancas alas, dispersara a los cuervos negros.
El musgos se despereza en la tapia del cementerio, y espera a los nuevos lutos, que se sumarán a los viejos.
El sigilo busca la penumbra.
Busca la pasión,
la mano que le proporciona caricias.
Somos fáciles, resortes muy fáciles,
que flotan o se hunden,
a merced de un viento casi insignificante.
Busca la vida esquivar penurias.
Busca el vivo,
dormir sobre el tórrido amante.
Encuentra el que busca,
abrazos fáciles.
Y se pierde en la selva,
en la que todo distrae.
El amor mueve el mundo,
y en ese movimiento de recodos,
pierde, enreda y distrae.