lunes, 21 de diciembre de 2020

Aprisco de nubes rasantes


Llueve añoranza, neblina que almibara tiempos pretéritos. 
El mundo es tan corto, es tan húmedo, es tan frío.
Aprisco de nubes rasantes, de nubes que rozan la tierra.
El verde es vivo, como la sangre invisible que brota de mi lacerada piel.
Me anega la tristeza de los días irrecuperables, de los caminos que ya nunca más transitaré.
Acaricio el suave lomo de mi gato amarillo, su rendida felinidad, que busca el calor de mi regazo.
Llueve sobre las losas que coloniza el verdín.
Llueve suave, llueve y en la lluvia finísima se diluyen las proezas que nadie reseñó y nadie cantará.

lunes, 14 de diciembre de 2020

Sentir imbricado


Construimos desilusión viviendo, 
nos desangramos en los recodos oscuros 
que nos depara la vida.
Desgarros que se infectan y nunca cicatrizan.
Manos que nunca nos volverán a acariciar. 
Miradas de hiriente vacío.
Baluartes de inexpugnable azul, que el tiempo rindió.
Amar es una enorme puñalada 
por la que termina colándole 
el helador infierno de la perdida.
Vivimos días, donde olvidamos 
que apuramos segundos 
por primera y última vez.
Te quise, te quiero, te querré, 
y todo ese sentir imbricado 
es mi lloviznoso presente.
La desidia me cubre con su manto de descuido.
Oda donde los instrumentos doblan 
por las inamovibles perdidas.
Hojas que amarillentas y cruelmente garabateadas 
vuelan en la fría noche 
de su primer y último invierno.
¿Quién abrazará mis cenizas?
¿Quién decidirá si eternamente descansan junto a las tuya?
De nada soy dueño,
soy sólo un preso 
de este remostoso y meandrinoso tiempo. 

sábado, 5 de diciembre de 2020

jueves, 3 de diciembre de 2020

Sobre tu tersura


Si mi mano galopara sobre tu tersura.
Si la algarabía disléxica de mi brío estuviera atenazada por tu dulzura.
Si en el rocío de mis noches florecieras tú.
Busco tu azahar, tu almíbar remostoso.
Busco tu mano, en este lecho frío de perenne invierno.



Si el bravo mar quisiera


Si el bravo mar 
con sus verde olas, 
arrasara con su furia 
la desidia de este infierno de interior 
que me cerca y desola. 
Si el bravo mar 
con su indómita imprudencia 
me trajera a mi lejanas costas 
un ejército de marineros 
fieles a la verdad 
y sin un ápice de mancha 
del erial de las sombras.
Si el bravo mar quisiera 
convertiría en un vergel 
esta mazmorra.

martes, 1 de diciembre de 2020

En las faldas


En las faldas de una montaña, 
a merced de la escorrentía, 
la fragilidad de lo bello, 
en la inestable ladera.
Se asienta mi proeza 
en las faldas de arena del tiempo, 
arena que grano a grano rueda.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Coraza


Es esclarecedora la escarcha, los días fríos sin nadie, el desierto de caricias, el maldito y desolador tiempo de ensimismamiento.
Nadie se percata de este socavador oleaje interno que me asola.
Nadie vive en mi, o con la suficiente proximidad como para percatarse de la frialdad de mis salas, de los cuartos en los que me consume el pesar.
Tiempo de punzantes alfileres, de trajes teatrales que venden felicidad, artificio, gloria.
Luces cenitales que me hacen brillar en una escena de fama inhóspita, de celebridad de sonrisas falsas, de aplausos hipócritas.
Nadie ve los tesoros de mia alma, sólo se percatan y ciegan con la mueca de mi sublime coraza.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Papel pautado


La danza de la vida transcurre sobre papel pautado.
Endiablado aprisco que fuerza un único y fatídico movimiento.
Oda irredenta, lamento nada salvífico.
Fusas y semifusas, garrapateas y semigarrapateas.
Celeridad que impide el pleno disfrute.
Calma que que nos hace agonizar, persiguiendo disfrutar.



martes, 24 de noviembre de 2020

La lluvia


Es fiera la lluvia, 
que lame inclemente, 
el borde abrupto 
de mis defensas.
La lluvia, 
que mengua la claridad de mis días.
Fenecen las hojas, 
las horas y los brillos. 
Fenece el ámbar, 
la miel y el brío.
Es frío este amanecer 
de pertinaz llovizna.
No tengo corcel, 
no tengo bridas.
Y lento y descalzo 
camino por la descarnada vereda 
del otoño de mis nublados y anegados días.


jueves, 19 de noviembre de 2020

Predios regados de sal



Imposible vivir sin depender. 
Vivir sin los malditos lazos de los esclavizantes afectos.
No me redime mi sangre.
No fluye por mis venas, nada más que hiel.
Urdimbre de frases de desprecio. 
Predios regados de sal, donde nada florece.
Urticantes caricias de amores perros. 
Papel pautado con un atronador bajo continuo.
Bajo mi piel el arador de la sarna me devora.
Me devora y yo finjo y sonrió como si no pasara nada. 

miércoles, 11 de noviembre de 2020

viernes, 30 de octubre de 2020

Tonino de Haro

 

Me cimbrea la codicia cuando la veo pavonearse por la Calle Ancha, cuando encaramada sobre sus finos tacones vuela libre, con esa libertad que yo mil veces he soñado y nunca he sido capaz de poner en pie.

Me mata su almizclado olor, el olor a su madre, ese olor fuerte, a hembra recia e incansable. La Rubia, siempre se puso las habladurías por montera, siempre salió a la calle fresca y provocativa, diciendo sin decirlo: 

- Aquí estoy, me follo a todos vuestros maridos. No me tengáis pena, porque lo hago por dinero. Y me gasto esos cuartos que les saco, sin pedir permiso a nadie, en lo que quiero.

Me cimbrea la envidia cuando veo a Tonino, pavonearse por la calle y entre aspavientos cortar el aire.
Cuando veo, como se lo comen con la mirada hasta los más píos, cuando sus largas piernas enfundadas en unas medias de cristal provocan celos en todas las mujeres.
Su madre, era un portento de carnes prietas, de lengua desenredada, de gracejo, de carnalidad. 
Tonino, creció a sus faldas, correteando por los pasillos de La Pista. Creció entre las zalamerías de los que allí iban a gastarse el dinero. Creció entre los caprichos con los que lo consentían las otras chicas.
Tonino, creció entre ellas, como una de ellas, creció salvaje, creció visceral. Nadie reprimió nada en él, nadie podó en él, aquella androginia, aquella elegante cadencia, aquella chispa. Mientras se enharinaba de polvos de arroz, se iba enharinando de vicio, de la audacia de su madre, de su frívolo contoneo, de su sensual arrebato. 
La Rubia, nunca prestó demasiada atención a su vástago, al bastardo de Don Lucas de Haro. Y así fue, como se crió libérrimo, al calor de los fogones de Marcela y entre los saltos de cama y los marabús de las niñas del burdel. Alejado de todos los de su edad, siempre metido en las conversaciones de los mayores, viendo natural el fornicio y las particulares perversiones de los clientes más adinerados. Se crió sin moral, sin bridas, sin freno. Y nunca nadie le dijo que no debía ser amanerado, que no debía vestir con aquellos trapos, ni jugar a seducir a los clientes del lupanar de su madre. Nunca tuvo un referente paterno al que imitar, y plagio y remedo el fulaneo de unas y otras, y sobre todo las malas mañas de Marcela.
Todo transcurrió de modo rodado, y a los catorce años hizo sus primeros pinitos en las artes remuneradas del amor, claro está, de espaldas a su madre, y con la única complicidad de la sórdida Marcela, que se sacaba su pequeña comisión, silenciando y amparando aquellas transacciones. En aquella brecha de mercado, donde no tenia competencia en el lupanar. Él, era el único virginal, gracioso y amanerado infante, y aunque pareciese insólito, su carne tersa tenía más demanda de la imaginada y eso forzaba a Marcela y a Tonino, a tomar mil cautelas y para que no llegara a oídos de su madre, que existía un nuevo cuarto en la casa, el dormitorio de Marcela ubicado entre la cocina y la despensa, pared con pared con el hogar donde se calentaban los pucheros para alimentar a las chicas de La Pista. Un nuevo catre, donde Tonino se iba curtiendo en las artes de los vicio, en el arte de sacar tajada de las desviaciones de sus amantes, de engatusar a sus clientes.


 

Aquiescencia



No tiene mi consentimiento el día para amanecer.
No me consultan las tormentas para irrumpir en mi vida.
No tiene mi beneplácito el amor, para incendiar mis sueños. 
Tantas cosas gratas ocurren sin permiso.
Tanto ingrato momento ha sido consentido.
En manos de las olas, que acarician y desgarran.
Mecido por el si quiero que abre la puerta a tanto malestar.

lunes, 26 de octubre de 2020

Orejas de asno tengo

 


Amputa la pereza, 
el ingenio de los volátiles segundo, 
la chispa que prende el cañaveral de la molicie. 
De nada ya soy rey, 
de nada soy ya dueño, 
porque preso en este encierro, 
ya no suspiro en verso.
Me susurra al oído la Parca, canciones de cuna, 
me pierde en el bosque de mi infancia, 
me aturde con los chismes de las grajas. 
Orejas de asno tengo, orejas sin discernimiento.
Que desbravado estoy en este cubil de invierno.
Príncipe de las veletas, mecido por este impertinente viento.