el frío aire
de esta noche de Reyes.
Me agarrota
la perdida inocencia.
Que horizonte tan bello
es el del infante.
Tengo el rostro arañado
por las zarzas de los años.
Tengo las manos heridas
por las zarpas del tiempo.
Busco la ingenuidad
bajo mis mil pieles.
La busco
y poco encuentro.
Es irrecuperable
la frescura,
la dicha primigenia.
Siento un escalofrío,
al toparme con los recuerdos pueriles,
con su muesca en mi alma.
Me mece
el aire frío
de esta noche mágica.
Noche de mirra,
en la que presiento
a las guadañadoras Parcas.
Mirra para el infante
que se ha perdido
bajo la invernal hojarasca.