tu insolente desprecio.
Más yo sigo,
rendido a tu gélido aliento.
Hojalata orinada
es la espuela
con la que me zahieres.
Más yo sigo,
y soporto
la cruel matraca
de tus palabras de hiel.
Estúpida es esta rendición esclava,
este sin vivir sin fuego.
Más yo sigo
y mendigo
una cercanía que me lacera.
Sin ti muero y tu desamor me mata,
y es tal el desafuero
que enredo con cuchillitos de plata,
en este corazón mío y maltrecho,
que es el acerico
de tus frívolos caprichos,
que insensibles a mi infierno
me abrazan y zarandean,
me embaucan y me siembran de celos.
Más yo sigo,
a tus labios de miel
que me humillan altivos,
en esta patibularia explanada.
Más yo sigo,
robando y rogando
una proximidad que me envenena
y desencadena el torrente del llanto
que acarcava de ira
la tersura de una piel
que tu diabólico acero rinde,
con tu mirada de ámbar,
con la bruma de tus negras pestañas,
en esta patibularia y yerma explanada.
Soy carnero enredado
en la falsedad y el juego cruel
de la idealización de tus zarzas.