como encajar
en el corsé
de la presencia.
Envarar lo que
natura nos legó,
esas curvas
que nos dan
calor en el infierno,
esas formas que
nos impiden ser gráciles
y volar como las envidiadas
y ligeras mariposas.
Sólo a solas se puede llorar,
desfallecer y hacerse añicos,
romperse y lamentar
las formas informes
que nos legó
el caprichoso destino.
Es difícil encontrar
la elegancia
en esos huesos anchos,
en estas reservas
para un pasar hambre
que nunca llega.
Nada devasta tanto
como no ser objeto de deseo,
como tener que estar
constantemente metiendo panza.