No soy corcel sumiso, pero el norte angosto me rinde.
Las sortijas de mis manos hablan de derrotas, de la rendición que es mi avaricia.
No me sientes y lo siento, no me amas y te amo.
Arena febril y loca que me sepulta en los segundos, dolor de lecho yermo, de noches frías de invierno.
¿Qué es ser rebelde en este desierto de ruidos sumisos?
No te siento y te amo.
El brillo hiriente de la usura, llena mi mesa, colma mis platos.
Es plomo el oro, es plomo la inutilidad con la que lleno mis bolsillos.