lunes, 5 de noviembre de 2012

El indolente corzo

Bajo la indolente y vítrea mirada del corzo.
Saciados en el banquete y embriagados con el vino de regusto moscatel.
Ni divino, ni humano, conversaciones de mortales.
Torturadas por la voz de canalla.
Rendidos a la postre en el sofá.
Con la más gravitadora aun, obra de taxidermia.
Aguardiente para aguantar la desidia de la llovizna dominical.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Mater irrepetible

Me es imposible llorar, pero siento tu dolor tan dentro que nadie lo ve.
Quisiera sufrir por ti, sentir tu dolor para que quedaras libre.
Pero Dios no me lo concede, aunque se lo pido con tesón.
No te preocupes insistiré y esa puerta terminara abriéndose.
Verte feliz me hace feliz.
Pero cuando lloras, no puedo.
No pedo ver que el tiempo te haga daño.
Que el dolor te haga daño.
Que Dios no me escuche y te haga daño.
Te debo tanto, te lo debo todo.
Vivo por ti y a ti me debo.
Madre de madres.
Mater onírica, mater cálida, ecléctica y amarga.
Te consumes pero tu belleza se acrecienta.
Quisiera dártelo todo, porque todo te lo debo.
Aunque te mereces más que el todo.
Por eso me revelo contra Dios.
Si hay algo que no te mereces es el dolor y la infelicidad.
Madre de madres, madre única y perfecta.
No llores que tus transparentes ojos no han sido creados para llorar.
La profundidad de tu mirada esta hecha para la sonrisa.


Quisiera

Besar tus labios quisiera.
Y saciarme en el fresco silencio de tu boca.
Rozar con mis labios quisiera.
Tu perenne sonrisa.
Y darte con ternura ese hondo amor que late en mi.
Sentir tu gozosa fuerza quisiera.
Y perdido en el deseo ardo en la espera.
Titubeo, descubro en ti extrañezas.
Besar tus labios quisiera.
Y saborear el rocío de tu lengua.
Está en ti ya mi fuerza.
Besaré el fruto maduro.
Antes de que el tiempo lo pierda.
El amor bien lo sabe.
Que la vida consume belleza.

Las cenizas del desasosiego

Te quiero tanto y es mi querencia tan profunda.
Que tus raíces me hieren.
Hurgas con felinas caricias en lo más íntimo de mis entrañas.
Eres flamígera y caustica.
Tórrida hiel.
Te quiero tanto.
Prohibida furia.
Cismático destierro.
Te quiero tanto.
Lluvia de infinitos tonos.
Te quiero tanto y te llevo tan dentro.
Espina cuyo hollar anhelo.
Arrasame, clava tu hierro en mi tierra.
Borra mis miedos.
Esparce en mi páramo.
Las cenizas del desasosiego.




viernes, 2 de noviembre de 2012

Eco

Día de difuntos.
Día de tristezas.
Día de atmósfera gris.
Día plúmbeo.
Día erosionador.
Día de flores toxicas.
Día de ecos de llantos.
De llantos que producen eco.
De ecos que quieren dejar de ser eco.
Y diluirse en el aire y morir

El gran vacio

No tienes atalaya, pero tienes balcón.
Desde el pregonas sermones de ponzoña.
Bandos de deflagración.
Oronda arpía, con destreza para caminar con dos patas.
Buche de hiel.
El vulgo te soporta, mas yo no.
Pido hoy día de todos los santos, a toda la corte de santos, que desaparezcas.
Quiero sentir el gran vació que dejara tu ballenato ser.




Caracolas

Te torturaré con el brillo de las caracolas.
En la verde arena sintética.
Absorberé como un hermeneuta.
Lo que no dices en tus delicadas tormentas de mi.

Desde el amanecer

No me arrepiento, mas pido perdón.
En la escalera helicoidal que conduce a la gloria, otra vez he tropezado.
Soy mis tropiezos, soy mis defectos, soy mi ira, mi cólera, soy desaliento. 
Pero sobretodo soy esfuerzo.
Esputo sangre pura y roja.
Soy mortal y frágil.
Somatizo el gran dolor y mi alma atormentada hiere a mi cuerpo.
Quiero descansar, la altitud del ascenso me asfixia.
Bicho aniquilador que amarilleas los barnices, trasmutando el recuerdo.
Frágil es la vida, encerrada en los frágiles cuerpos.
Templos de cristal que al mínimo impacto se hacen añicos.
La devastadora lanzada.
La devastadora pedrada.
La devastadora saeta.
El devastador y certero hacha.
Eres turbiedad.
Eres oscuridad.
Eres supina maldad.
Eres mi tropiezo.
Obsesionado por congelar instantes, pierdo el disfrute instantáneo del momento que ya nunca volverá.
Antes la maldad me amenazaba a medianoche, a tu lado me acecha desde el amanecer.


miércoles, 31 de octubre de 2012

Ajados círculos concéntricos


El que no tiene nombre, el innombrable.
El que no muere al no ser nombrado.
El que existe aunque desees su no existencia.
El nombrado y renombrado por otros.
El del nombre que produce eco y retumba.
Aun vilipendiado y sin nombre soy, y soy tanto que sin nombrarme aturdo.
Silencioso daño que cae en saco roto.
Nada sorprendente, esa es vuestra cosecha.
Viciada esterilidad de ajados círculos concéntricos entorno al vacio.
Me maravillaré en el ramplón esfuerzo que hacéis no manchando mi nombre con vuestras manchadas bocas.

Muero sin morir

Si, me intentarás robar las palabras.
Te aturde el vulgar fornicio, y en los robos no sabes elegir.
Te ha llevado un racimo sin criterio, tengo mas, puedo conseguir mas, en mil idiomas, en mil lenguas, me haré entender.
No puedo ir a casa a descansar.
El proceso zaino de erosión no me tumba pero con el me resiento.
Con la velocidad de un rayo.
Con la lentitud de un rió saturado de meandros, que constantemente demoran, ralentizan mi cauce, hacia el deseado fin, porque en el fin esta el fundirme contigo, en la inmensidad oceana.
Transcurro entre la tormenta de daños y asediado por un ladrón de palabras.
Muy lento marcho, arrastrando un encaje de zarzas, abrazo de dolientes espinas, sobre el lecho de pétreas y cortantes lanzas.
Muero sin morir por el infinitamente postergado fin.




Lía bello ángel eterno


Cuando los ángeles se hacen carne y deciden vivir con nosotros.
Nos someten a una espiral de caricias, de besos, de zalamerías, que es imposible a su lado no ser feliz.
Y nos LÍAN, en un amor altruista y puro, que es el único que ellos pueden dar.
Pero nada es para siempre y ellos que a nuestro lado han sido muy felices, sin rudo un día deciden partir.
Y en el adiós nada nos reprochan, nos dan un último lametón con su cálido hocico húmedo, y se abandonan de nuevo a la incorporeidad.
Y su fidelidad desde lo etéreo, continua inmutable y es cuidarnos y querernos como nosotros lo hemos hecho con ellos. Así pasan a ser nuestros intangibles ángeles custodios.
Cuando un ángel se hace carne y decide habitar entre nosotros, nos hace sus amigos para toda la eternidad.
LÍA, bello ángel eterno.

martes, 30 de octubre de 2012

Jabón de tocino

Haré jabón con tus mantecas.
Y tras la transustanciación.
Limpiaras la mugre que tu zorra y vulgar existencia dejo.
La suerte de tu orondo ser de tocino para algo útil valdrá.


Son solo siete

Son solo siete piedras, siete pitagóricas piedras. En el empinado valle en uve, cuatro puentes se hacen compañía y vencen el vado a distintas alturas.Las anaranjadas mandarinas ruedan inestables sobre el mármol blanco. En la propicia ara que los limos matificar y reclaman  como propia entono una letanía, con la fe de ser oído  en la hornacina aflorada que reclama un sacrificio, te pregunto si eres tu el santo mártir que derramara su sangre por el merino místico  El barroco me agobia, y los lodos que me opacan, acentúan el fulgor de la daga que se yergue, entre el murmullo de plegarias .Lloraran los cielos y devolverán a los peces el altar aflorado, será una inútil expiación. Donde están los fieles que en procesión cruzaban puentes para cumplir promesas. Polvo al polvo, limo al limo, muerte a la vida y recuerdos al olvido. Cobijado bajo la venera de la fertilidad esperaré el fecundo mañana. 

Siete traidores

Siete son las extrañas torres que jalonan tu muralla. 
Siete son las atalayas desde donde te avisan de lo que extramuros acontece.
Y así te percatas de quien a tus puertas llama. 
Mas no entiendo a tus vigías que al enemigo que te asedia, abren tus puertas y a quien te venera cierran tu alma.
Donde esta el recinto improfanable que era tu casa.
Donde quedo el lema que tu pendón proclama. 
Donde las cautelas de tus siete torres. 
Desde las que hoy siete traidores vigías, con embustes y patrañas abren y cierran las puerta, y así minan los férreos pilares que cimientan tu casa.

Morir al sol


Yo también quisiera morir al sol,en un bello parque sentado en un banco y sintiendo en mi rostro la calidez del sol. Ayer por la tarde vi morir a un señor al sol, sentado en un banco se durmió, su hijo lo intentó sacar de su modorra, pero el se abandonó y dijo adios, a todo, de tan bella y cálida forma, y yo viéndolo  deseé para mi abandonarme a su sopor , al sol, en un banco, con el bullicio del transito de la gente, sin la hostilidad de los hostiles hospitales, y sintiendo en las sienes el calor del sol de la tarde y como te invade el último y cálido suspiro. Esta mañana al despertar he subido a mi terraza y me he abandonado al sol y me he amodorrado en la calidez del astro rey y me he despedido de este señor deseándole que sea feliz en la larga existencia que empezó ayer.