Nos someten a una espiral de caricias, de besos, de zalamerías, que es imposible a su lado no ser feliz.
Y nos LÍAN, en un amor altruista y puro, que es el único que ellos pueden dar.
Pero nada es para siempre y ellos que a nuestro lado han sido muy felices, sin rudo un día deciden partir.
Y en el adiós nada nos reprochan, nos dan un último lametón con su cálido hocico húmedo, y se abandonan de nuevo a la incorporeidad.
Y su fidelidad desde lo etéreo, continua inmutable y es cuidarnos y querernos como nosotros lo hemos hecho con ellos. Así pasan a ser nuestros intangibles ángeles custodios.
Cuando un ángel se hace carne y decide habitar entre nosotros, nos hace sus amigos para toda la eternidad.
LÍA, bello ángel eterno.
Cuando un ángel se hace carne y decide habitar entre nosotros, nos hace sus amigos para toda la eternidad.
LÍA, bello ángel eterno.
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