Mi cianótica piel muestra el engaño. el daño del veneno de tus palabras. Se enmohece tu discurso, tras ser insalivado, no puedo digerirlo y mis entrañas se emponzoñan. Es tan enrevesado tu ardid. Te imploro que no repitas mas que tu circular discurso todo lo solapa, crea agrias enjutas donde anidan las esporas de la putrefacción. Me ha envestido con tal furia, la fiera corniveleta que me has lanzado, que mi corazón blande en uno de sus cuernos. Has concursido palabras tan malvadamente que tendré que inquirir el daño, y me lamentare remontando el origen de tu falaz treta a la primera palabra que salio de tu boca.
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