Tu que podías haber descansado en la suavidad de los pétalos de las rosas.
Ni una gota de tu sangre merezco.
Tu que permitiste que los súbditos de tu reino te coronaran de punzantes espinas.
El más viril y valiente de los hombres rendido ante los más viles y cobardes.
Que justicia tan injusta y que castigo tan extrañamente ad¡ministrado.
Con el yugo del traidor, carga la filigrana del flamígero corazón.
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