Con los famélicos frutos del raso páramo, me encamino al destierro, sin salario, ni caricia, acepto de buen grado la condena, liado, mas no atado, devanare el enredo de los mil hilos de colores, que anudan las ideas en mi alma. Te recordare, sin rencor, en la urdimbre espinosa de tus frases hirientes, no siento angustia, ni pena, ni ira, el tiempo ha sido largo, y el fruto exiguo, Mas no me lamentare, pediré limosna deslastrado de ti, y sin la plomiza carga de tus exigencias patológicas. En un abrir y cerrar de ojos se desplomo la alta torre y salí ileso.
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