Tras la retícula de hierro del ventanal, en el corral muere el limonero de luna y la higuera se desnuda para que la lave la llovizna.
La hierba luisa de Caridad, continua frondosa en el gran parterre.
Ya coloniza el suelo el verdín.
En la autarquía de la casa del Dean, reniego de mi fin.
Respiro hondo y me diluyo en la vida de los míos.
Soy parte de estas salas de pétreos dinteles y gruesos portones.
Desván de manzanas y baúles.
En el corral Bernarda aúlla al esquivo sol.
Frió solariego de recuerdos y fotografías sepias.
Bodegas de cruel velocidad.
Sois tantos los que sin estar, estáis.
Casa limbo, donde acumulo y atesoro, en al estanqueidad de los arcos férreos, que cierran a la luz el paso y ocultan el dolor al indiscreto pequeño mundo.
No tengo amistades permanentes, solo el interés permanente de la obsesión por mi llena de espíritus, casa.
Soy parte de estas salas de pétreos dinteles y gruesos portones.
Desván de manzanas y baúles.
En el corral Bernarda aúlla al esquivo sol.
Frió solariego de recuerdos y fotografías sepias.
Bodegas de cruel velocidad.
Sois tantos los que sin estar, estáis.
Casa limbo, donde acumulo y atesoro, en al estanqueidad de los arcos férreos, que cierran a la luz el paso y ocultan el dolor al indiscreto pequeño mundo.
No tengo amistades permanentes, solo el interés permanente de la obsesión por mi llena de espíritus, casa.
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