Se pierden en la visión de lo abstracto.
No perciben la atemporalidad de una narración exquisita.
Ni les duele el corazón cuando en cuchillo corta un tomate.
No aprecian las mil costuras de tu túnica, ni el rico bordado de tus diestras costureras.
No ven como brota la sangre de un agujero en una pared verde laurel.
No perciben la niebla de la perdida.
Ni las esclusas por las que se desembalsa el dolor.
Reconfortate en las lagrimas de los que catárticamente han realizado cien visionados.
A veces entre los aplausos se es un maldito, y los aplausos a veces no son una bendición.
No perciben la niebla de la perdida.
Ni las esclusas por las que se desembalsa el dolor.
Reconfortate en las lagrimas de los que catárticamente han realizado cien visionados.
A veces entre los aplausos se es un maldito, y los aplausos a veces no son una bendición.
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