Otearé el sin fin del ausente confín.
Después de tu amargo café con sal, no me queda nada que vomitar.
Es una leyenda que algo se puede conseguir con un misero salario de sal.
Me llevaré la mano a la cabeza sintiendo el pesar.
Aleja mis rivales, desdentada portera, boca de buzón por la que desfilan calumnias.
Sabré esperar y cuando menos te lo esperes te daré la espalda, mi paciencia es infinita, y encontraré en tu inconveniencia la ocasión.
El mar nunca muere, y la venganza es el mar.
Será mi fervor el que consiga que no hagas pie.
Y los vientos repentinos que nadie vio venir, te asediarán.
Inclementes mis fieles espíritus que están en todas partes, se cobran la afrenta.
En la plaza de armas ante el ejercito de cactus, en la yerma extensión´, la tuerta estrategia pondré en pie.
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