Jamas bajo al frondoso patio, ni recojo los limones, ni las naranjas, ni los negros higos, dejo que los picoteen y los devoren los pájaros.
Es la cripta la que me impide bajar, allí descansa el que solo paso un día en casa, y a su lado esta Baltasar y el bello y joven Ludovico. Eso me impide descender las escaleras de granito, tapizadas de verdín.
En la fresca nave de baja bóveda duermen, mientras esperan, poder volver a jugar conmigo en el cielo.
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