Saciados en el banquete y embriagados con el vino de regusto moscatel.
Ni divino, ni humano, conversaciones de mortales.
Torturadas por la voz de canalla.
Rendidos a la postre en el sofá.
Con la más gravitadora aun, obra de taxidermia.
Aguardiente para aguantar la desidia de la llovizna dominical.
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