Diseminados, dispersos, perdidos, desperdigados están los daños por mi salón
Mil cristales diminutos y punzantes sobre los que obligado camino descalzo.
Bella cristalería que un día cuide en le vitrina de mis afectos.
La habéis roto, y habéis esparcido con inquina los cortantes vidrios por mi morada.
Zahorra de ofensas, de desaires, de desprecios, de criticas que han precipitado punzantes en el arabesco borracho del suelo de mi casa.
Nada me turba, nada me espanta, solo los finos cristales hieren y hacen sangrar mis plantas.
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