viernes, 30 de octubre de 2020

Tonino de Haro

 

Me cimbrea la codicia cuando la veo pavonearse por la Calle Ancha, cuando encaramada sobre sus finos tacones vuela libre, con esa libertad que yo mil veces he soñado y nunca he sido capaz de poner en pie.

Me mata su almizclado olor, el olor a su madre, ese olor fuerte, a hembra recia e incansable. La Rubia, siempre se puso las habladurías por montera, siempre salió a la calle fresca y provocativa, diciendo sin decirlo: 

- Aquí estoy, me follo a todos vuestros maridos. No me tengáis pena, porque lo hago por dinero. Y me gasto esos cuartos que les saco, sin pedir permiso a nadie, en lo que quiero.

Me cimbrea la envidia cuando veo a Tonino, pavonearse por la calle y entre aspavientos cortar el aire.
Cuando veo, como se lo comen con la mirada hasta los más píos, cuando sus largas piernas enfundadas en unas medias de cristal provocan celos en todas las mujeres.
Su madre, era un portento de carnes prietas, de lengua desenredada, de gracejo, de carnalidad. 
Tonino, creció a sus faldas, correteando por los pasillos de La Pista. Creció entre las zalamerías de los que allí iban a gastarse el dinero. Creció entre los caprichos con los que lo consentían las otras chicas.
Tonino, creció entre ellas, como una de ellas, creció salvaje, creció visceral. Nadie reprimió nada en él, nadie podó en él, aquella androginia, aquella elegante cadencia, aquella chispa. Mientras se enharinaba de polvos de arroz, se iba enharinando de vicio, de la audacia de su madre, de su frívolo contoneo, de su sensual arrebato. 
La Rubia, nunca prestó demasiada atención a su vástago, al bastardo de Don Lucas de Haro. Y así fue, como se crió libérrimo, al calor de los fogones de Marcela y entre los saltos de cama y los marabús de las niñas del burdel. Alejado de todos los de su edad, siempre metido en las conversaciones de los mayores, viendo natural el fornicio y las particulares perversiones de los clientes más adinerados. Se crió sin moral, sin bridas, sin freno. Y nunca nadie le dijo que no debía ser amanerado, que no debía vestir con aquellos trapos, ni jugar a seducir a los clientes del lupanar de su madre. Nunca tuvo un referente paterno al que imitar, y plagio y remedo el fulaneo de unas y otras, y sobre todo las malas mañas de Marcela.
Todo transcurrió de modo rodado, y a los catorce años hizo sus primeros pinitos en las artes remuneradas del amor, claro está, de espaldas a su madre, y con la única complicidad de la sórdida Marcela, que se sacaba su pequeña comisión, silenciando y amparando aquellas transacciones. En aquella brecha de mercado, donde no tenia competencia en el lupanar. Él, era el único virginal, gracioso y amanerado infante, y aunque pareciese insólito, su carne tersa tenía más demanda de la imaginada y eso forzaba a Marcela y a Tonino, a tomar mil cautelas y para que no llegara a oídos de su madre, que existía un nuevo cuarto en la casa, el dormitorio de Marcela ubicado entre la cocina y la despensa, pared con pared con el hogar donde se calentaban los pucheros para alimentar a las chicas de La Pista. Un nuevo catre, donde Tonino se iba curtiendo en las artes de los vicio, en el arte de sacar tajada de las desviaciones de sus amantes, de engatusar a sus clientes.


 

Aquiescencia



No tiene mi consentimiento el día para amanecer.
No me consultan las tormentas para irrumpir en mi vida.
No tiene mi beneplácito el amor, para incendiar mis sueños. 
Tantas cosas gratas ocurren sin permiso.
Tanto ingrato momento ha sido consentido.
En manos de las olas, que acarician y desgarran.
Mecido por el si quiero que abre la puerta a tanto malestar.

lunes, 26 de octubre de 2020

Orejas de asno tengo

 


Amputa la pereza, 
el ingenio de los volátiles segundo, 
la chispa que prende el cañaveral de la molicie. 
De nada ya soy rey, 
de nada soy ya dueño, 
porque preso en este encierro, 
ya no suspiro en verso.
Me susurra al oído la Parca, canciones de cuna, 
me pierde en el bosque de mi infancia, 
me aturde con los chismes de las grajas. 
Orejas de asno tengo, orejas sin discernimiento.
Que desbravado estoy en este cubil de invierno.
Príncipe de las veletas, mecido por este impertinente viento.



sábado, 24 de octubre de 2020

Intrascendencia


He bebido cinco cervezas, rodeado de la pertinente intrascendencia. No es fácil soportar las horas, que se hacen infinitas en los pueblos arrasados por el nuevo analfabetismo. Me siento solo, no me duele articularlo. Solamente me falta planear la última y fatal huida, el desesperado último viaje. No soy pesimista, siempre veo el vaso medio lleno, pero no se puede ver medio lleno, lo que está vacío.

lunes, 19 de octubre de 2020

Sueño



No sé interpretar mis sueños. 
No sé dominar el viento, 
que en el infierno de mis pesadillas, 
me lanza contra los escollos de tu desamor.
Espero en la puerta de la vigilia, 
como virgen necia, sin aceite y sin previsión.
Sueño desesperanzas, persigo una quimera.
Ruego a los cataclismos, 
que fulminen este duermevela de desazón.




sábado, 3 de octubre de 2020

Su sombra trajo el frío


Y las alas del otoño llegaron y se desplegaron sobre el valle, y su sombra trajo el frío, el viento que convierte las lágrimas es bella escarcha. 

Los príncipes nunca lloran, su ojos ya son de escarcha, de gélido azul. 

Mirame y dime, que no sientes su pérdida, que estas alas sólo traen tiniebla.

Si mi custodio quisiera disipar tormentos, si el batir de sus blancas alas, dispersara a los cuervos negros.

El musgos se despereza en la tapia del cementerio, y espera a los nuevos lutos, que se sumarán a los viejos. 



lunes, 28 de septiembre de 2020

Sigilo


El amor se encomienda al sigilo.

El sigilo busca la penumbra.

Busca la pasión, 

la mano que le proporciona caricias.

Somos fáciles, resortes muy fáciles,

que flotan o se hunden, 

a merced de un viento casi insignificante.

Busca la vida esquivar penurias. 

Busca el vivo,

 dormir sobre el tórrido amante.

Encuentra el que busca, 

abrazos fáciles.

Y se pierde en la selva, 

en la que todo distrae.

El amor mueve el mundo, 

y en ese movimiento de recodos, 

pierde, enreda y distrae.


jueves, 27 de agosto de 2020

lunes, 24 de agosto de 2020

Una piedra azul de Portugal


Pensamos neciamente,
que con el alcohol podemos apagar los incendios del alma.
Y no es así,
sólo avivanos más la pira del infierno,
que es sufrir porque alguien ya no nos ama.
Quiero una piedra azul de Portugal.
Quiero un beso de amante.
Quiero que un tizón de pasión
abrase mi frente.
Quiero la furia del viento,
de tu inflamado aliento,
tras el galopar demente
de tu irrefrenable sed de mi.
Quiero que me digan,
yo me muero
si te apartas tú de mi.

viernes, 21 de agosto de 2020

Agotador


Si morir fuera desvanecerse,
ya habría muerto.
Si morir fuera fácil,
ya estaría muerto.
Morir es avieso,
es difícil trance.
Morir sedado
en el postrimero momento
es fácil.
No es fácil morir,
para dejar de sufrir,
en plena y sublime floración.
Que no es morir,
sino dejar de vivir,
porque malvivir
sin ser amado
es agotador.

Muy poco espacio


Los Dioses guardan muy poco espacio para los mortales, para esa ralea que muere y se desvanece, para los insensatos que seguimos sus ingratos dictados, que no nos hacen felices.

Irsia Carolain Sprimbol

Estrella de nácar


Estrella de nácar,
déjame ser bueno.
Dejame dormir eternamente
sin sentir el dolor del olvido.

Si tu no suspiras por mi
qué sentido tiene que yo malviva.

Resuena en mi cabeza tu no
y sólo por no sentir,
ese tormento perenne,
ya no quiero seguir respirando
un aire que tu no exhalas.

Estrella de nácar,
niégame, el volverme a encontrar
con el artífice de mi locura.

Que hermoso es morirse siendo querido.
Que maldito es morir con una virginidad forzada
por el desprecio de un indecente
que no valora la furia que inflama las velas
de una nave que si no te siente
es sólo brava desdicha.

Me olvide de vivir


Fue el destino quien decidió que yo fuera distinto.
Fue el destino quien decidió que todo me atormentara.
Yo jamás elegí vivir para interferir en la trayectoria de las vidas de otros.
Viviré hasta que me muera con el tormento de acicalar trayectorias ajenas.
Viviré con el tormento de querer sin ser querido.
Viviré con la tormenta perenne
de empaparme con todas las desgracias ajenas.
Fue el destino el que me tildo
con la locura que es ver diablos,
zahínos seres que destrozan belleza,
Nunca fui yo, quien se allanó a esta cárcel
que es sentir la desgracia ajena.

Si resbalara


Si un rayo,
me llamara al Olimpo,
si resbalara en la nieve.
Si el destino destrozara,
mi cabeza.
Si el tormento de pensar,
se parara.