viernes, 12 de junio de 2020

Pensamiento tragico


Estoy a merced del oleaje de mi pensamiento trágico, en mis noches negras e insomnes.
Pleamar que lame mi abrupta costa y deja varados en ella a mil terribles monstruos.
Analizo y me atormento con mis pocas decisiones, porque soy muy de dejarme mecer por las manos próximas.
Nadie me salva en la noche eterna, nadie decide por mi y me quita el tormento de decidir.

Primero arar


No es la caridad una destreza, con demasiada frecuencia es la puerta del fracaso.
Encharcarse con las tormentas ajenas, nos llena de plomo las alas.
Difícil volar anegado de infortunio ajeno y muchas veces infortunio merecido.
Ayudar es un gesto bello, que amputa brío.
La caridad, abre con demasiada frecuencia la puerta a la peste.
Es fácil, muy fácil, que la alimaña muerda la mano de la caridad.
El mundo, nos repite que se recoge lo que se siembra, y eso no es cierto, porque si siembras, tienes tu propia cosecha y no necesitas caridad.
Otra cosa es, cuando puntualmente tus empresas se tuercen y sin pedir, porque no es lo tuyo, no desdeñas la caridad.
La caridad, nos deberían enseñar a administrarla, a condurar ese ímpetu por ayudar.
No se debe salvar a quien no lo merece y se debe forzar a resarcir y agradecer a quien uno se entrega. Porque ser cigarra es fácil y es la hormiga la que laboriosa atesora sudor, que está ciega etica nuestra le obliga a compartir, con el sinsentido que entraña dar trigo, sin enseñar primero a arar.

El crucifijo


No era su valor material, era su desgaste y la carga espiritual que aquel crucifijo contenía, lo apretó en su palma, y sintió la corriente, la energía proyectada en él. Sintió el calor de un hogar leones, el calor de las llamas de paja, del murmullo de las letanías. Sintió el gélido y último suspiro. Sintió como lo metieron en un cajón y allí estuvo olvidado treinta años, hasta que al desmantelar la casa, alguien se lo guardó en un bolsillo.
Materialmente no valía nada, pero cuando por casualidad, alguien que lo guardaba desde entonces en un bolsillo, se lo entregó en la barra de un bar, y paso a su palma, sintió que los objetos vibran y hablan.

Azogado estrás


Poco brilla el fatuo en la abierta naturaleza.
Sólo en la oscuridad de la noche, y con los estroboscópicos neones, se brilla con pacotilla.
La vida se enfunda de arte, el arte remeda a la vida.
Flores del campo, plagiadas por la mano diestra.
Brillos iridiscentes, de azogado estrás.
No sólo juegan las damas, tambien hacen sus escarceos, las pupilas de Satán.

jueves, 11 de junio de 2020

Expiando el bullicio


Desde mi apartada esquina.
Desde mi rincón de paz, que nadie perturba.
Desde este nido de ametralladoras, que yo solo habito.
Desde esta trinchera de gloria.
Vida contemplativa de perdigonadas dispares.
Anclado aun mundo que transcurre sin mi.
Que transcurre y me arrastra, como vagón de cola.
Parapetado vivo, sin hacer ruido, pero espiando el bullicio, de las almas activas.
Sin saber lo que expío.
Dentro de mi, pero fuera de si, por el erial que son mis días.
Gloria pacata.
Pacata tramoya, sin escena, ni bambalinas.

Reinas opíparas


Sin bozal ladran las reinas de la pacotilla, las pellejas de la antigua maestría.
Zurcen trapos, las nuevas banderas, los estandartes de la extendida miseria.
¿Quién encumbró a estas trompeteras? En la cima de esta torre de cadáveres.
¿Qué manos zafias abrazaron sus soflamas?
La perdición arriba en cuadrilla.
La ruina llega entre aspavientos y alharacas de grandeza.
La ruina nunca llega de puntillas.
La ruina vive a cuerpo de rey y orina desde las altas ventanas, al pueblo cretino que jalea su ley.
Las reinas del pringue asolan las despensas, y opíparas y necias se quedan en la puerta de los extranjeros convites, porque les impiden la entrada.
Males que el próximo no ve, y los ve el ajeno, desde lontananza.


miércoles, 10 de junio de 2020

Siento que soy de tu pueblo, querido Israel


No es fácil encontrar compañeros, y menos aun, para hablar de lo importante.
Los nuevos tiempos y su urgencia, imponen ajetreos muy necios.
Y uno se pierde y dispersa, aventando paja sin trigo.
Nada existe sin un partenaire, sin el camarada de los juegos honestos.
Somos desoladora incomprensión, sin la palmada de quien atisba la valía de nuestro intelecto.
Todo dura, el tiempo que uno comparte trayectoria, el tiempo del roce, del placentero intercambio de lacerantes caricias.
Todo se pierde, cuando la orografía y sus accidentes, separan trayectorias.
Todo permanece, a pesar de que nuestros cortantes filos primigenios, han sido domados por el rodar constante.
La memoria siempre es afilada, indómita y cortante.
Todo existe, al cerrar los ojos, porque en la memoria no se pueden amputar los miembros.
Y todos los miembros, duelen a pesar de que, en el lecho salvaje de la vida, ya no existen.
Sin palabras te entendería, pero prefiero el placer de las palabras, que son las que me hacen abrazar y abarcar la vida.
No quise nunca abrazar lo inconveniente, abrazar la maestría, ni el talento, ni la tilde diacrítica.
Pero como detesto la ambigüedad, abracé sin pensarlo la verdad y toda su estela de tormentos.
No me acicalo de verbos para mentir, me acicalo de sonoridad para pregonar en el valle, mi valentía y honesta osadía.
Entiendo de estiajes, como entiendo de irreparables ausencias, entiendo y eso me hace victima de sentir a priori las perdidas.
Me lamo la piel sin heridas, porque cuando me hieren y me defiendo con mi afilado verbo, no me puedo lamer.
Si tú, supieras todo lo que entiendo de caprichos, comprenderías que sólo vivo de ellos, y que por ellos y su fugacidad me muevo.
Un pueblo, es siempre más de uno, y siento que soy de tu pueblo, querido Israel.

domingo, 7 de junio de 2020

La gallardía de la necedad



Tiene su gallardía la necedad, tiene su soberbia.
Es osada defendiendo su cuartel de miserias.
Proeza de torpe, que no atisba que el horizonte no muere, donde él, lo deja de ver.
Acampa al raso, y se calienta en los rescoldos, de la pira del ingenio.
Pues nada hay más amputador, que un gobernante mediocre y necio.
Mutilados soldaditos de plomo, por la brava egolatría, del mondo capitán.

De puntillas tus pupilas


De puntillas tus pupilas, recorren mis renglones, buscando colisionar.
Chocar con mi lacerante verbo de temeridad.
Yo me encabrito en mi aprisco, y doy puntapiés a tus razón.
No es puntual mi ceguera, es la dramática consecuencia de mi angulo.
Es la empalizada de mis miedos, de la red que me salva.
Costuras atroces de verbos heridos.
Tus pupilas de puntillas, me advierten de mis desvaríos.
Doy puntapiés a tus razones, porque tengo muy arraigada la inercia, de dar puntadas con las mías.
Escorado me desangro, en el castillo roqueño de mi inabordabilidad.





sábado, 6 de junio de 2020

Mordiscos al aire


Lanzo mordiscos al aire para desbravar la furia.
El pesar es un cuarto angosto, que obliga a dormir de pie.
Soy centinela, guardián de tormentas.
Tu parecer me importa, tu fe en mi me ahoga.
No quiero engañarte, pero el amor es engaño.
Persigo ser tu ideal, y me defraudo a mi mismo.
Son las caricias, carceleras de mi indomito brío.
Esclavo de la belleza, que tu ojos percibieron una vez.
La belleza es un rito, es un camino lleno de meandros.
Preso de las rutinas, que me hacen bello a tus ojos.
Ideal imposible, que el sueño arruina.
Lanzo mordiscos al aire, por no morder tus carceleras manos.

jueves, 4 de junio de 2020

Acicalar


Sólo se acicala la calumnia,
sólo se maquilla el defecto,
sólo se corrige la sombra.
El brillo y la destreza se pulen,
pero nunca se recomponen,
ni acicalan.
Cuando uno quiere engañar,
uno se acicala.
Sólo se plancha la arruga.
Siempre en la doblez,
está escondida la tara.

martes, 2 de junio de 2020

De revoluciones


Los ojos no ven lo que el cerebro decide que no existe. Y en ese momento se activa el proceso arduo de la negación, el proceso que únicamente secundan los afines, los iguales en tara psicológica.
No deja de existir lo negado y justificar su no existencia, genera una alambicada red de patrañas, un castillito de medias verdades, de amputados datos, de recortes cosidos para generar el corpus inexistente de un fraude.
No quieren ver y arrastran a esa religión, a quien se deja, a quien en su debilidad necesita o ve conveniente vivir de migajas.
Es una pringosa trampa el embuste, porque presos de patas y pies quedan los que seducidos por el tufo del reparto, se le acercan. El lado oscuro o meridianamente claro que decidimos no ver, está condicionado a una promesa, a un estatus que nos negó natura, a la revoltura que dará la vuelta a un reparto que por vaguería y torpeza no nos favorece. Revoluciones auspiciadas para trastocar el poder, pero que necesitan de ingente patulea.

lunes, 1 de junio de 2020

Distópico


¿Qué es ser concordante?
¿Qué destreza habita en concordar?
Abnegada corona de necio.
Pavos reales de potente ideario, fachadas telón.
Óxido de plomo para tapar cacarañas.
Litarge de oro para el telepredicador.
Cumbre borrascosa de estulticia perpetua.
Bufonesca corte,
que busca con la mano izquierda,
la tajada, que le da el hampón.
Soy discordante, disidente, distópico.
No acaricio la bondad, no la halago.
La bondad está impregnada de conveniencia.
Es esclavizante la conmiseración.
La ficticia calidez de la filiación.
El vértigo borra los pasos de la traición.

Te querré


Te querré sin importunar tus días.
Te querré sin estar presente en tus horas.
Te querré libre y a nada te ataré.
Te querré sin que tu sepas que te quiero.
Porque no hay nada más generoso que amar en silencio.
Te amaré vigilando tus pasos y mandando emisarios que eviten tus tropiezos.
Te querré y nunca lo sabrás.
Te querré y sólo Dios y la soledad de mi alcoba lo sabrán.

La rebeldía


La rebeldía, no es un estanque.
La rebeldía. es un encabritado mar,
no es calma lo que subyace tras la creatividad 
y ese afán por ir contra la imperante corriente. 
Es tan grande el miedo a ser corriente, 
que con demasiada frecuencia atenaza.
La rebeldía no es un estado perenne, 
uno necesita descansar 
y en ese descanso 
uno se deja llevar 
por el cauce de la convención. 
Los afectos nos ahorman 
y son ellos, los que más nos amputan las alas, 
volar es una proeza 
y es imposible volar 
sin aborrecer. 
Para crear, uno tiene que morder salvajemente 
la mano que lo doma, amansa y acaricia. 
Siempre son necesarias las pastillas, 
muletas que nada demandan, 
que van de nuestra mano a la boca 
y vuelven de la cabeza a la mano, 
tras apaciguar la destructiva furia.