Yemas de dedos progenitores que en la caricia modelan cuerpos.
Sollozos que en el color se duermen.
Me destrozaré las uñas arañando el blanco de ausencia.
Domando la fiera herida que en rojo violento dibuja sonrisas.
Voluptuoso carmín de ángel circense.
De arlequín funambulista que con paciencia sobre un alambre vence abismos de conflictos.
Son ojos de océano, azules de ultramar, los que dicen que en mi no habita la cólera.
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