Cuando me abandonará esta angustia.
Cuando seré libre para poder volar.
Sin las ataduras de la empatía.
Es mi vida un sin vivir.
Siempre en el lugar del otro.
En el lugar del que sufre, porque siempre hay alguien que sufre.
Alguien que llora, alguien que se va, en el momento de mayor tersura y dejando tras de si una estela de colaterales daños.
Que permeable soy, que delicado y vulnerable.
Sin coraza ante la metralla del tiempo.
Sintiendo una agonía que anuda mi garganta y me impide hablar.
Solo los renglones libres me salvan del precipicio.
Me salvan de la locura de amor.
Un loco amor abstracto.
Un loco amor al drama, a la tragedia y a quien esta ahogándose en ella.
Oigo tantos auxilios que ni puedo el sueño conciliar.
No vivo por mi, no vivo para mi, vivo para sentir como ruedan por mi rostro las lagrimas de los otros.
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