Han matado a la fiera que comía de mi mano.
Han echado gasolina en el abierto hozadero.
Otra vez los furtivos han avasallado mi casa, su casa.
Ansia de sangre, vulgar hombría de cobardes paletos.
Siento asco ante su ausencia, ante su sangre.
Sangre que en el pantano, en la noche, broto obscura, negra, imperceptible.
Sangre de victima, que tras las zarzas agazapado el asesino de un disparo segó.
Se fue el gran jabato, el bello ser que de la maldad del humano, en mi casa amparo busco.
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