Las manos que aplauden no son las que salvan.
Las manos de los aspavientos en el aire no suelen asiste.
No son esas manos las que te rodean en silencioso y discreto abrazo.
Abrazo sin comercio, sin fin, sin interés.
El salvador no hace ruido.
El bálsamo es un tarro pequeño sin etiqueta, recomendado por la cadena de manos del corazón.
No salva la plaza y su artificio.
Salva el silente que a deshoras llama a tu puerta para ofertarte caridad sin deuda.
Nada sabe la mano izquierda de la generosidad de la derecha.
Sin primeras filas y sin premio vive el abnegado, el que todo lo que tiene hace rodar en el circulo de la necesidad.
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