domingo, 30 de junio de 2019

Moreno de la Cal


Aquella tarde todo era diversión. Doña Teresa, estaba preparando la merienda mientras hacían las niñas el indio en el teatro. Era una suerte que Maruja tuviera una casa tan grande, una casa con su teatro. Los Moreno de la Cal eran así, descuidados y ricos, muy ricos y muy descuidados.
Nadie en el pueblo era ajeno a las deambulaciones de los habitantes del Palacio del Deán. Ellos se relacionaban entre ellos, se relacionaban con los de los apellidos compuestos, con los de siempre, nunca con los que acababan de llegar y aún no eran nadie.
María Luisa, era una amiga natural de Maruja, las dos tenían apellidos compuestos, ella era de los Álvarez de Linares, otros ricos de siempre, ricos de muy menguada fortuna, ricos y descuidados como los de la Cal. Luisita, vivía enfrente, en una casona principal, en la Casa de Sevilla, que era como la llamaban en el pueblo, porque en ella vivió hacia mucho, mucho tiempo Serviliano de Linares. Sevilla era una corrupción de Servilia, de la Casa Servilia, de la casa de Serviliano. Se contaba que él, era quien la construyó, y que la llamo Sevilla, porque recreo en ella un salón de los Reales Alcázares. Todo cuento y corrupción sin fundamento, pero que al fin y al cabo, engrosaba la leyenda y el linaje de los Linares. La verdad era mucho más prosaica, pero lo prosaico no vende, ni corre las calles.

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