domingo, 23 de junio de 2019

Meñita


Por qué a Doña Meña, la llamaban Meña y no Ignacia o el hipocorístico que casa con ese nombre, osea Nacha. La razón tenía su lógica, y estaba en su abuela paterna, Eugenia Corrales, que llamaba así a la niñita porque Clotilde, su nuera, no le quiso poner su nombre a la nieta, no se lo quiso poner en la pila bautismal, pero la suegra lo impuso en la calle. Y así creció Meñita, la nieta de la Meña, con ese apelativo cariñoso que ella sin problemas abrazó, con ese nombre que era una de las tantas batallas que su madre creía ganar, pero que había ganado la dominante abuela Meña.
Así son las victorias y las derrotas, monedas con dos caras, creemos ganar y hemos perdido, victorias que se cobran sus bajas, derrotas que nos abren las puertas de nuevas victorias.
Eugenia Corrales, solía salirse con la suya, sabía vencer haciendo creer que era la vencida. Ella sabía que ser mujer es ser convincente, es hacer que los otros asuman como propios tus anhelos, es saber mover los peones que te brinda la vida, peones que no saben que son tus peones, peones que creen ser reyes. El amor es la cadena más delicada y fuerte, el amor genera leales. Doña Meña, aprendió de la gran abuela Meña, a manipular generando vínculos y fieles.

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