lunes, 23 de marzo de 2020

La sublime letalidad del confinamiento


Somos la desesperación de las horas, el dulzor donde las ahogamos.
Dixlesia atronadora que fija, garabateando, los momentos.
Mece mi infierno el alcohol, la placentera dipsomania de la reinas ociosas.
Forzada primera fila de cruel felicidad.
Sólo existe lo que mi mano dibuja, la torre que el terremoto, que la moral farisea, no derribo.
Doy tantas claves, para que interpreten mi mundo, que se ha derrumbado, estresado, mi arco fajón.
Soy tan pedante.
Soy tan asquerosamente sublime.
Soy tan odioso y odiado.
Soy tan incapaz de corresponder.


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