domingo, 29 de marzo de 2020

Desde la caja que atonta


No son las olas del remoto confín las que socavan nuestros principios. Es el oleaje cercano, las decisiones del próximo, sus acicaladas mentiras, guionizadas y almibaradas para que el espectador del teatrillo, se las trague enteras y bien.
La verdad, nos desborda, nos anega, pero no nos socava, sólo nos ahoga por su brusco acontecer. A la verdad, sólo se la puede abordar desde el análisis de fondo, pues no es almibarada, simplemente cursa desnuda, abrupta y es.
Vivimos tiempos de telepredicadores electos, de guapos acicalados para tapar sus cacarañas, esas de su cara y esas de su amoral alma. Tiempos de maniobras de distracción, que es otra forma de mentir.
Desde la caja que atonta, esa que hay en todos los hogares, esa que a la misma hora que alimentamos nuestro cuerpo, se sienta a nuestra mesa y desde la proximidad del oleaje amigo, infecta de ponzoñosas patrañas nuestra alma. Caja para tontos, de caritas monas que leen el telepronter, que compungidas fuerzan una lágrima que nunca rueda, una empatía que no existe, una preocupación que es una falacia.
Quien decidió no salvarte de este abismo ayer, ni te salvará hoy, ni te salvará mañana.

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