domingo, 17 de mayo de 2020
El sol de la zorra
Me invade la desidia de los días iguales.
Seriado aburrimiento sin horizonte.
Esperando el sol de la zorra.
Que nos abran la puerta de esta cárcel.
martes, 12 de mayo de 2020
El dulzor
Las partidas sentencian olvidos.
Se descorre el telón de la ruina.
Y el dulzor comienza a empalagar recuerdos.
Es así como las manecillas del tiempo.
Tejen la cárcel de los edulcorados y purgados recuerdos.
Y con la galana y nacarada coraza, encaramos el futuro.
Cristo, habita entre tinieblas, en las tinieblas de mi pecho.
sábado, 9 de mayo de 2020
Tito Áurico y el fuego
El fuego purificador convirtió sus problemas en humo. Se esfumó su malestar y sólo quedó de la hacienda un montón de ladrillos humeantes, y cálidos y reconfortantes rescoldos. Tito Áurico, no supo, ni quiso enfrentar aquel problema de otro modo. Porque la libertad con demasiada frecuencia, tiene un altísimo precio, y ese era, calcinar todos y cada uno de sus irresolubles lastres.
Desde muy pequeño sintió una atracción irrefrenable por el fuego, azuzada por su madre y su manía por quemarlo todo, por borrar en la pira, todo lo que le incomodaba u ofendía. Desde muy pequeño Aurea, le enseño a bloquear lo malo, lo negativo, la catástrofe, escribiendo en un papel sus pesares y tras doblarlo con mimo, arrojarlo al fuego y contemplar como convertido en humo y pavesas, el problema había desaparecido. Tito, nunca se llevó bien con su padre que jamás vio con buenos ojos la influencia de Aurea y toda su superchería, en su primogénito, en el único vástago que le dió aquella excéntrica mujer.
Justino Áurico Vastomonte Velasco, nunca se sintió cómodo en aquella familia, su madre tampoco se ahormo bien a la severa insustancialidad de los hacendados Vastomonte. La polvorienta maraña de recato y comedimiento de aquella casta, a Aurea, siempre le dió muchísima pereza.
viernes, 8 de mayo de 2020
Bel canto
Que atractivas son las vacuas promesas.
Son plomo en las alas del infante.
Reniego del servil, porque su dueño es el vil metal.
No me turba el desprecio, ni me aleja del preciado norte.
El manatí y su bel canto, nunca me impedirán ver el escollo.
Gélido iceberg de impotencia
Los precipicios generan sombras.
A sus pies crece la hierba.
Flores estercoladas con las flaquezas.
La debilidad, es un motor potente.
La calamidad arrasa.
Y el viento levanta las pavesas.
E inclemente, nubla el horizonte.
No es valentía, es desesperanza.
Es gélido iceberg de impotencia.
Témpano de hielo que agita el alma.
jueves, 7 de mayo de 2020
Nunca te diluyas
Menos con frecuencia es más.
La fuerza no necesita dispersarse.
El violento color debe ser domado y debe manchar lo justo, sólo así se logra la distinción y la clase.
Del mismo barro, pero tan diferentes.
Sutilezas que confieren altanero estatus.
Nunca te confundas.
Nunca te diluyas.
La fuerza no necesita dispersarse.
El violento color debe ser domado y debe manchar lo justo, sólo así se logra la distinción y la clase.
Del mismo barro, pero tan diferentes.
Sutilezas que confieren altanero estatus.
Nunca te confundas.
Nunca te diluyas.
miércoles, 6 de mayo de 2020
El nuevo orden
Retorcer la moral, es el primer paso para implantar un nuevo orden, es necesario que dejemos de ver como hasta ahora lo haciamos, tenemos que cambiar la percepción de nuestros nuevos actos y del mundo. Los amorales tiempos, llegan siempre de la mano de la degradación de los grandes principios, ejes vertebradores de nuestra sociedad.
La guionización es tan ingente, que hasta el aire etéreo, se somete a los dictados de la amoralidad imperante.
En esta partida, en la que queda muy claro que el suplantador va a hacer trampas, hay que neutralizar al libre pensador, al que es consciente de toda esta subversión y se enfrenta a ella y la retrata.
De la amoralidad no nace la democracia, porque la amoralidad no es un codigo de valores, sino la vulneración sistemática de cualquier valor.
Tampoco la amoralidad es el caos, porque en el caos no habría ninguna prevalencia, ni plan previo, y en este régimen tiránico, hay desde el primer movimiento de ficha, desde la apertura del juego, un diabólico plan, para utilizar el sistema, para acorralar e inmovilizar al disidente, como un ánimo espurio, de vulnerar este mismo sistema en su único y exclusivo provecho.
Los enemigos de la razón son muchos, pero socavados los principios de la razón y aglutinada la masa ingente de borregos, en el odio al ficticio y recurrente enemigo común y exterior al aprisco de los mansos y buenos que obedecen al nuevo orden, es ya muy fácil rendirlo todo y hacer ver como el patíbulo es el precio justo, que deben pagar los que osan opinar con criterios propios, sobre la maldita partida que va ganando el orden ficticio e impostor, con tramposas tretas.
Pieza clave en esta apologética batalla, son los voceros, los apesebrados difusores de las prédicas y bondades del orden nuevo, que desde sus televisivos alminares, inyectan soflamas abyectas y de parte, en las mentes de tierna manteca de los que confinados delante de la caja tonta, sólo estiman la telerrealidad oficial.
Esto, ya acontece, y ni que decir tiene que son pocos lo que detectan esta inmersión, esta confabulación, esta troupe de enharinados lobos, que nos encierran, en el aprisco del confinamiento, para impedirnos pensar y opinar.
lunes, 4 de mayo de 2020
Malditamente deliciosa
Malditamente deliciosa.
Es la rendija por donde se cuela la luz.
Es la necesidad que ya ni siento.
Vivimos en los recuerdos y sin recuerdos nos diluimos.
Es altanera la proeza de atesorar.
Marcos de plata para los soberbios instantes.
Lo que no suma, divide.
Lo que divide, resta.
sábado, 2 de mayo de 2020
Iluminé mi ciudad en la noche
Iluminé mi ciudad en la noche, para que el que me odie la bombardee.
Abrí sus puertas, para que mi enemigo no necesite entrar a caballo.
Y aún tierra calcinada, le sigo tiznando,
Como polvo glorioso, entro en sus pulmones y le mino desde dentro.
No se puede borrar la proeza, y quien lo hace, es un vulgar Eróstrato.
viernes, 1 de mayo de 2020
Me modela la mano que me acaricia
Ya no sé quien soy.
Soy el impacto de los que me perciben.
Son la percepción de los elegidos,
ante los que con sumo placer me allano.
Soy las guerras que pierdo.
Soy el mestizaje con mis iguales.
Soy la caricia de sus manos,
en el barro tierno de mi intelecto.
Soy su impacto, su surco, su labriego amor.
Soy quien me quiere.
Soy las lágrimas de los que conmigo se duelen.
Soy duelo y luto.
Soy el impacto de los que me perciben.
Son la percepción de los elegidos,
ante los que con sumo placer me allano.
Soy las guerras que pierdo.
Soy el mestizaje con mis iguales.
Soy la caricia de sus manos,
en el barro tierno de mi intelecto.
Soy su impacto, su surco, su labriego amor.
Soy quien me quiere.
Soy las lágrimas de los que conmigo se duelen.
Soy duelo y luto.
Pareidolias
Chocan los pedernales y en la colisión saltan chispas.
Amor inter pares, que arrasa con su crepitar, campiñas.
En la fiebre por legar, buscamos iguales.
Buscamos compañeros de patíbulo y de feria.
Marginales portentos, desechados por estar fuera de serie.
Loco empeño, que alimenta las mareas, la pleamar de los sueños.
La vida mancha, pero pero al magnánimo, la vida lo mancha con pareidolias.
Caliche, moho, virados sepias, que sólo sabe leer el iniciado.
Abrí la puerta al mar
El rojo purpúreo brota de mi pecho,
tras la cercana lanzada.
Abrí la puerta al mar,
y fue mi confianza,
la que propició el golpe.
Caprichos troyanos,
que a quemarropa,
abren en canal al amante.
Por el mero capricho,
de ver como late desaforado,
su corazón herido.
jueves, 30 de abril de 2020
Israel
Israel, de frío mármol,
sentir bajo mis plantas.
la tierra prometida yo quisiera.
Porque la fatiga de vivir es grande,
como grande es la pelea,
contra el mundo que asolan los mediocres.
Cansado estoy de líneas,
para retratar intrascendencias.
Como la mar busca la arena,
así mi alma busca el reposo,
del hombro del igual en tormentos y en maneras.
Palabra desterrada
No soporto el peso, de la plumbea nada.
La mano ausente que me provoca tanta infelicidad.
No soporto el azul, de tu perfidia.
La mano amiga y ausente que me produce inseguridad.
No soporto las horas de encierro, con la algarabía del intrascendente.
Ahogo el llanto, con las palabras iracundas, que desfilan marciales a la estéril guerra.
Necesidad, palabra desterrada, porque ya no sé amar.
En mis manos ya no habita la piedad.
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