jueves, 30 de abril de 2020

Israel


Israel, de frío mármol,
sentir bajo mis plantas.
la tierra prometida yo quisiera.
Porque la fatiga de vivir es grande,
como grande es la pelea,
contra el mundo que asolan los mediocres.
Cansado estoy de líneas,
para retratar intrascendencias.
Como la mar busca la arena,
así mi alma busca el reposo,
del hombro del igual en tormentos y en maneras.

2 comentarios:

  1. Hoy no voy a usar la musicalidad del lenguaje para decirte lo que pienso, Ángel. Seré automático, pragmático y prosaico, pero tracionaré ese objetivo en el lapso que tardo en llegar a estos dos puntos que te disparan lo siguiente: Llegué por casualidad a tus renglones y siento una proximidad desequilibrada con tu forma de doblar las calles de la palabra. Me das hambre de Arte, también con el resto de tus virtudes plásticas. Tú y yo estamos muy cerca, o más bien, será que yo en ti siento una proximidad desconocida, que bien pudiese ser producto de mis propios renglones retorciéndose en las ganas de encontrar un espejo que no se resquebraje con estas ansias de estremecerme en él, a bocajarro. Te reconozco en algo mío, que no sabría cómo describir con grafías estáticas. Entré por tu ventana como cualquier casualidad de polen o de sombra, o quizás en una de mis tempestades subterráneas -no lo recuerdo bien- y mi lógica se desdibujó al descubrir quién te habitaba. Pues aquel que te moraba, me parecía ser yo mismo y eso fue demoníaco y hermoso en igual medida. Y quise quitarte la pelusa de lo que no se correspondiese con el canon de mis "proporciones náuseas", para salvarme del parecido. Pero ya es demasiado tarde y no me importa en lo que diferimos. Sólo me interesa que no te importe a ti que yo no sea feliz y que te busque para creer en algo. Te lo digo sin musicalidad, con todo el silencio de un amigo.

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    1. Yo también seré conciso, gracias Israel. Hay juegos que no se pueden jugar solo, y uno necesita la réplica de un partenaire.

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